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La primera claridad es que El Plan de Lagos de Torca no toca la Reserva Thomas van der Hammen
No suelo escribir columnas en primera persona. Pero dado que el tema de ésta está relacionado con mi actividad profesional como constructor, estoy rompiendo esa regla para exponer un eventual conflicto de interés. En consecuencia, me dispongo a opinar sobre el reciente nacimiento del Plan Zonal Lagos de Torca en Bogotá, abordando el tema desde la óptica del beneficio para la sociedad y haciendo el esfuerzo de decantar mi conocimiento del sector en el escrito que propongo.
Los últimos tres gobiernos de izquierda de la ciudad traicionaron su discurso en términos de urbanismo. Con políticas restrictivas de habilitación de suelo en el casco urbano, ya sea porque no se permitió su uso para vivienda o porque no se hizo económicamente viable, generaron un incremento enorme de los precios de vivienda nueva que sacó a los más pobres de la ciudad. Como consecuencia, durante doce años se construyó en masa vivienda de interés social en los municipios aledaños de la sabana y muy poca en Bogotá.
Esta urbanización y la falta de planificación de la ciudad región que hoy intenta corregir nuestro alcalde, tienen hoy consecuencias no despreciables a nivel de calidad de vida y medio ambiental. Algunos de los que viven lejos de sus lugares de trabajo y se desplazaron a Soacha, Mosquera, Madrid, Tocancipá o Zipaquirá, pierden a costa de sus seres queridos valiosísimas horas de su vida en desplazamientos de hasta cuatro horas diarias, requiriendo además altas inversiones de dotación de vías, acueductos y alcantarillados, al tiempo que generan altos costos económicos y ambientales asociado con los kilómetros recorridos por los buses, motos y automóviles.
La administración Peñalosa respondió a este error de doce años de manera inteligente. La semana pasada habilitó alrededor de 1’800 hectáreas de tierra en el norte de Bogotá para construir vivienda, que permitirán alojar a más de 400’000 personas que de otra manera tendrían que irse a vivir decenas de kilómetros de su lugar de trabajo.
La primera claridad que hay que hacer es que El Plan Zonal Lagos de Torca, que nació la semana pasada, no toca la Reserva Thomas van der Hammen. No urbaniza un metro cuadrado de sus colegios ni cultivos de flores y por lo contrario permite corregir el error histórico de interrumpir el flujo natural de agua desde el oriente de la capital hacia el occidente cometido en 1957, cuando se construyó la autopista norte.
En el Plan Zonal Lagos de Torca el distrito capital no invierte un peso en las vías, parques, acueductos y alcantarillados necesarios para habilitar las tierras, todo el dinero sale del sector privado. No hay cobro alguno por valorización y se entregarán las obras a la ciudad a título gratuito. Así la ciudad ampliará sin costo la avenida Boyacá, la novena, la avenida séptima (esta última con ayuda del presupuesto de la nación) y muchas vías más.
Por último, el plan zonal del norte es incluyente. Por norma el 20% de la tierra se destinará a vivienda de menos de 60 millones de pesos y otro 20% a vivienda de menos de 110 millones, vivienda para aquellos que hoy tienen que vivir en los municipios aledaños. El Plan Zonal del Norte liderado por el distrito es un planteamiento inteligente para los bogotanos, que seguramente será motivo de copia no solo nacional sino internacionalmente.