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En el mundo empresarial se aplica un axioma que dice que no se logra lo que no lleva seguimiento. El seguimiento a los negocios permite verificar si la estrategia está llevando a la empresa por buen rumbo en los diferentes procesos de su operación. Además de los indicadores financieros las empresas hacen seguimiento a variables operacionales con el fin de corregir el rumbo y acelerar, detener o modificar la implementación de sus acciones. En otras palabras los indicadores para la empresa son tan esenciales como los sentidos para el ser humano.
Sorprendentemente uno de los pocos sectores en los cuales el uso de indicadores está rezagado con respecto al resto es la educación. Si bien se tienen indicadores macro como las pruebas del Icfes y los indicadores de las pruebas Pisa estos no permiten tomar acciones con respecto a la mejora de la educación en donde importa: a nivel de quienes son los clientes finales del sistema, los alumnos.
En Colombia, la política educativa del Ministerio de Educación en manos de Gina Parody se ha enfocado en tratar de medir el desempeño de los maestros, con gran resistencia por parte del cuerpo docente. Si bien esta política permite clasificar su desempeño para implementar un esquema de meritocracia necesario en el sistema, es claro que la estrategia del Ministerio no se enfoca en el seguimiento detallado a cada estudiante con el fin de prepararlos para su vida profesional. Para lograr este objetivo es necesario llevar el seguimiento a la evolución del aprendizaje de cada alumno con el fin de fortalecer sus áreas de debilidad por medio de apoyo personalizado.
Tomemos un ejemplo particular para ilustrar el tema. Una niña que lee correctamente 18 palabras por minuto al entrar a segundo, cuando el estándar es de 30 a 60, debe tener seguimiento y planes de acción personalizados en paralelo a su educación. Esta alumna debe ser retirada de ciertas de sus clases y recibir apoyo personalizado con el fin de mejorar en este aspecto. Si el sistema educativo no reacciona y no se logra este objetivo la alumna desperdiciará todo su potencial de aprendizaje a raíz de su falencia, lo cual termina siendo mucho más costoso para el sistema que el refuerzo.
El problema de enfocarse en el desempeño de los maestros es que los indicadores no necesariamente reflejan que tan bien están ejecutando su labor. Aquellos que trabajan en escuelas con alumnos de bajo poder adquisitivo seguramente contarán con menos recursos, más dificultades y menor apoyo del entorno familiar para garantizar una buena educación, por lo que no es sencillo medir su desempeño por medio de los resultados de sus alumnos en las pruebas estatales. Los buenos resultados de los maestros en los exámenes estatales de conocimiento tampoco garantizan que realicen su labor con responsabilidad y sensibilidad ante las necesidades de los alumnos.
Existen ejemplos, como el financiado por la Fundación Gates en Charlotte, Estados Unidos, de cómo implementar un sistema educativo con seguimiento al desempeño de los alumnos y formulación de planes de acción personalizados por medio de tecnología. Quizás la exploración de estas alternativas, a pesar de su complejidad de implementación, permita levantar el nivel de uno de los peores sistemas educativos del mundo y de paso, darle utilidad a los miles de millones invertidos por el gobierno en el Plan Vive Digital. Ministra, si no se cambia la forma de hacer las cosas se logran los mismos resultados.