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En la película El Motín del Caine, el comandante de un barco dragaminas, interpretado por Humphrey Bogart, está decidido a imponer una rígida disciplina entre la tripulación, lo que causa un descontento mayor entre sus subalternos y hace sospechar de su salud mental.
Afortunadamente, ante las reacciones cada vez menos predecibles del capitán, la tripulación se amotina y toma el control de la nave, logrando así evitar que esta se hunda en un tifón.
Una vez en tierra, dada la reputación del capitán, la tripulación es sometida a un juicio por el amotinamiento, juicio en el que el comandante termina desenmascarado y su enfermedad expuesta, gracias a un hostigante interrogatorio del abogado defensor.
Si se abstrae que, en el guion de la película, el argumento ocurre en un barco, bien se podría pensar que las características de liderazgo del comandante son similares a las que expuso el Senador Mockus en el reciente episodio ocurrido en la instalación del Congreso de la República.
La reacción del exalcalde no es reprochable por la imagen que nos deja su tonificado sentadero, ni la indignación que generó es explicable por la grosería del hecho.
El problema de la actitud de Mockus consiste en que, de manera autoritaria, sin mediar mecanismos de negociación con los senadores que hacían bulla mientras hablaba el presidente del Senado, asumió como única posición válida la suya y tomó la justicia en sus manos en el recinto que simboliza la democracia.
Está mal que los senadores no le pongan cuidado al presidente del Senado, pero eso no justifica la posición de Mockus.
Bien es conocido que la base de la interacción humana civilizada arranca por el diálogo, como mecanismo para buscar la solución que maximice el valor de esta para las partes.
Esa interacción implica identificar los objetivos de cada parte, encontrar puntos comunes y, considerar lo no negociable, para lograr un plan de acción que satisfaga a quienes tienen diferencias en sus posturas. En ciertos casos, y solo en ellos, cuando se considera que una solución colegiada a la situación que se presenta no es viable, se terminan tomando medidas unilaterales como recurrir a la violencia, imponer posiciones a la fuerza, recurrir a insultos o en nuestro caso, exponer de manera agresiva el trasero.
El modelo de liderazgo del Senador Mockus y del comandante del Caine responden a visiones de la interacción humana, aun enconadas en muchos gerentes de la vieja guardia, que han demostrado ser ineficientes. Es similar al modelo del administrador de una empresa que no incorpora en sus decisiones y acciones las opiniones de los afectados y, que termina, como seguramente le está ocurriendo al exalcalde, desestimado por sus pares y sin margen de acción.
Ese vetusto modelo de interacción está basado frecuentemente en la imagen de un funcionario con una reputación magnánima, inmerecida como la del capitán del Caine o como la de aquellos que se posesionan en el legislativo habiendo sido contratistas del Estado.
Los administradores, funcionarios y gerentes exitosos de hoy cuentan con un modelo de liderazgo incluyente, sensato y, que maximiza el valor de los procesos de interacción con terceros. Para generar valor no solo importa el qué, sino también el cómo: la toma de cada decisión, además de ser acertada, debe generar sentido de pertenencia en la organización.