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Las empresas multinacionales han sido atacadas históricamente dentro y fuera de sus países de origen. En los países desarrollados en que nacieron fueron acusadas de acabar con el bienestar del trabajador local, al trasladar sus fábricas y puestos de trabajo al extranjero en busca de más utilidades. En el extranjero fueron vistas como empresas sin corazón, que explotan a los trabajadores con sueldos bajos para producir dinero que repatrian a sus países de origen.
Sin embargo, esa imagen de las multinacionales que está tan entroncada en la mente de la gente del común, no puede estar más alejada de su situación actual. Sus utilidades han caído 25% en los últimos cinco años y muchas de ellas están generando retornos inferiores al 10% anual sobre el capital en ellas invertido. En muchos casos están perdiendo la pelea comercial contra las firmas locales. No son pocas las multinacionales que están cerrando sus operaciones en el exterior y se están volviendo a concentrar en sus mercados de origen.
Las empresas multinacionales surgieron y crecieron en los 80 y los 90, en un mundo diferente al de hoy, en el cual la apertura comercial era incipiente y existían enormes oportunidades de arbitraje. La propiedad intelectual que en gran parte ostentaban los países desarrollados pudo, gracias a las multinacionales, combinarse con mano de obra barata y mercados desatendidos, generando inmensas utilidades a sus accionistas.
Entraron en mercados como el latinoamericano a producir automóviles, alimentos, bebidas, artículos de aseo, computadores y muchos otros abriendo plantas localmente. La apertura de los mercados del antiguo bloque soviético, los del sureste asiático y hasta los países africanos permitieron que estas firmas fueran vistas como generadoras de ingresos por los gobiernos de los países desarrollados y generadores de desarrollo por los dirigentes de los países emergentes.
Para compañías que se han ido de Colombia en el sector industrial como Chiclets Adams, Michelin o Bayer, financieras como Santander, además de aquellas que están teniendo dificultades como Telefónica o Millicom en el sector de las telecomunicaciones, entre otras, la ventana de 30 años en que tuvieron ventajas está desapareciendo, haciendo que tener operaciones globales sea más una desventaja que una ventaja. Como la imagen de las multinacionales ante muchos sigue siendo la de empresas explotadoras, en países en que han surgido regímenes populistas son castigadas con regulación y estatutos tributarios más favorables para las empresas locales.
La época en que las multinacionales controlaban los mercados globales está por terminar. Con esto, países desarrollados como Inglaterra, Suiza, Japón, Alemania y Estados Unidos verán que el dinero que han recibido históricamente disminuirá, golpeando sus mercados de valores y permitiendo que se abran oportunidades para que los países emergentes para fortalezcan sus economías.
Habrá que evaluar si el efecto que se observa a nivel global también puede golpear a las empresas multilatinas, que por lo tanto deberían estar analizando con cuidado si concentrarse en sus mercados locales. De todas formas, dadas las circunstancias actuales, sus accionistas deberán evaluar la conveniencia de expandirse teniendo en cuenta si los casos de negocio son rentables considerando factores distintos a los factores que sirvieron para la expansión de las multinacionales y que ahora están revaluados.