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Esta columna pretende hacer un resumen de los resultados electorales de este domingo, sin apelar al morbo de muchos periodistas que, en vez de enfocarse en resaltar lo rescatable de los candidatos elegidos y las consecuencias del mandato popular, prefieren quedarse en resaltar su odio hacia los perdedores, que sean de izquierda o de derecha.
Lo primero que hay que resaltar es que las ciudades principales las ganó la centro izquierda, con Claudia López en Bogotá, Daniel Quintero en Medellín y Jorge Iván Ospina en Cali. Los tres tienen un discurso dentro de todo mesurado, que, como lo indican sus votaciones, representa el querer popular mayoritariamente. La gran ventaja de estos resultados, primero, es que amainan la probabilidad de turbas estilo Chile o Ecuador, ya que los nuevos burgomaestres deberían, si son fieles a sus enunciados, responder a los ideales de muchos estudiantes y potenciales manifestantes.
Independientemente de los programas de gobierno de los nuevos alcaldes, es importante que se desempeñen como buenos administradores y ejecutores. Nuestras ciudades están atrasadas en infraestructura, en servicios eficientes a la ciudadanía y en empleo, situación que impacta principalmente a los menos beneficiados. Deberán conformar equipos técnicos enfocados en desarrollar la ciudad ordenadamente, maximizando los recursos que reciben. Si bien los aspectos menos tangibles que fueron bandera de sus campañas deben ser tenidos en cuenta, la capacidad de ejecución de obras será crítica para su éxito.
Los alcaldes también deben entender que las necesidades de la ciudad no están aisladas de la obra de los alcaldes que les preceden. La sensatez, como la de Claudia con el metro, debe prevalecer sobre el orgullo, y construir sobre la plataforma del alcalde anterior es lo que necesitan las ciudades. Romper con lo ejecutado por los alcaldes anteriores es un signo de soberbia que puede marcar positivamente desde lo político pero que es tétrico desde las necesidades de los habitantes de la ciudad.
Segundo, los alcaldes deben buscar continuidad en el manejo acertado de las empresas estatales y mixtas que manejan y les proveen gran parte de su presupuesto. Las empresas como EPM, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y el Grupo Energía de Bogotá deben seguir siendo manejadas desde su visión empresarial, mientras Emcali debe empezar a mirarse empresarialmente a riesgo de que tenga que ser intervenida nuevamente en los próximos dos años.
Tercero, por lo general, los candidatos a las alcaldías y las gobernaciones, son unos como candidatos y otros como funcionarios. De frente con las responsabilidades no menores a las que se enfrentan, los nuevos burgomaestres deben pasar de tener un discurso vendedor que consigue votos a una ejecución que les permita proyectarse hacia mayores responsabilidades.
Por último, el tiempo juzgará si los alcaldes entrantes trabajaron para la ciudad o para si mismos. Parodiando a Clemenceau, la política es demasiado importante para dejársela a los políticos. Es necesario que los empresarios no se queden atrás en moldear el futuro de las regiones, que la política pública no sea definida exclusivamente por quienes marchan en la calle. La visión de largo plazo, más propia de los empresarios que de los políticos, tiene que hacer parte de la ecuación.