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Gustavo Petro cuenta con adeptos importantes en Bogotá que surgieron a raíz de su mandato como alcalde. De acuerdo con La Silla Vacía, los subsidios en dinero o en especie entregó durante su mandato beneficiaron a más de 3,7 millones de bogotanos. Se estima que los beneficiados que se han mantenido firmes con el ex burgomaestre generan más de 1,5 millones de votos que el eventual candidato de izquierda a la Presidencia de la República puede capitalizar con cierta facilidad.
Los subsidios que el alcalde Petro extendió incluyen los del mínimo vital de agua que benefician a casi tres millones de bogotanos. Sin embargo, también hubo subsidios no despreciables que se entregaron a diversos grupos de personas por medio de las nóminas paralelas del municipio y las empresas distritales y, por medio de programas distritales como los 17.000 subsidios de transporte extendidos a los estudiantes del Sena. Nunca se sabrá con certeza si los subsidios correspondieron a políticas de redistribución de ingreso para los menos favorecidos o, a estrategias que favorecen la creación de un capital político para el alcalde de turno.
Además de los subsidios, la alcaldía de Petro desarrolló programas que fueron muy populares entre la población de escasos recursos como Salud a su Casa. Este programa, en el que alrededor de 1.000 equipos conformados por un médico, un enfermero y dos promotores atendieron preventivamente alrededor de 2,2 millones de personas en su domicilio, dio acceso a la población desfavorecida a servicios que no gozaban antes.
Como muchos de los programas populares que se han implementado, el problema de Salud a su Casa fue su sosteni- bilidad económica en el tiempo. Con un costo estimado de medio billón de pesos anuales entre los costos de personal y el suministro de drogas básicas, su carga en el presupuesto distrital de $17 billones no es menor, dada la gran inversión en movilidad que está realizando la nueva administración Peñalosa. Por esta razón, el Alcalde actual no dudó en revocar abruptamente el modelo de salud de Petro, generando así un descontento no menor en aquellos que recibían los servicios gratuitos.
Pensando en la baja popularidad actual del alcalde Peñalosa y el intento injusto de revocatoria, es deseable pregun- tarse si el desmontaje necesario de las políticas petristas hubiese podido ser más gradual, con el fin de no generar un impacto tan fuerte en la población. Un alcalde como Peñalosa, que tiene claros los objetivos que quiere lograr en su mandato, debe garantizar su gobernabilidad desde lo político para facilitar su gestión. El desmonte del programa, sin la implementación de un programa similar que lo reemplace, genera en la población menos favorecida dificultades no menores que impactan de frente su calidad de vida y su opinión del alcalde y, de los mandatarios no populistas como él.
Con un gobierno central desprestigiado como el del presidente Juan Manuel Santos y, un país que gracias a su gestión desconfía de las instituciones y los partidos políticos, el rol del alcalde de Bogotá no se puede limitar a imponer el modelo de desarrollo de la capital. Colombia, de cara a las elecciones de 2018, requiere de una gestión suya, inteligente desde lo político, y sobre todo, efectiva en reflejar las bondades de las administraciones centradas, respetuosas del orden jurídico y sensatas en la creación de políticas sostenibles y eficientes. Está en juego el bienestar de los colombianos.