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Llegan meses decisivos para la Unión Europea y el Euro. Hasta hace poco la posible salida de Grecia sólo se cuchicheaba en pasillos. El rumor era que se estaban construyendo las talanqueras necesarias para dejarla ir, dejarla montar su tragedia en un toldo aparte, sin arriesgar contagiar al resto de países de la zona. Ahora, el mismo Banco Central Europeo se plantea en público la salida griega.
Los problemas prácticos de salir del Euro son enormes sobre todo en circunstancias en las que incluso formar un gobierno parece una tarea imposible para los griegos. Pero si logran afrontar los problemas prácticos quizás esa sea la mejor salida. Un continuado y draconiano esfuerzo fiscal sin posibilidad de depreciar el precio relativo de sus productos tendría consecuencias sobre el empleo y la actividad económica por varios años. Los griegos, no parecen tener más paciencia. Los alemanes tampoco. Un divorcio, ojalá civilizado, parece ser el desenlace inevitable.
¿Y quién sigue? Esa pregunta le pone el pelo de punta al viejo continente. España e Italia, dos de las economías más grandes de la región, pasan al tablero. Los bancos españoles cogen la tiza, tambaleantes. Acaba de quebrar Bankia, el cuarto banco del país. El gobierno salió al rescate. Los catalanes se preguntan qué hubiera pasado si el banco de marras no hubiera sido madrileño sino catalán. Las sensibilidades están a flor de piel. El cincuenta por ciento de los jóvenes en España no tiene empleo. Sale a protestar, pero no se sabe bien para qué. Quieren que las cosas mejoren, quieren trabajo, pero no está claro cómo lograrlo.
Algunos piden más austeridad. Afirman que el problema de España es estructural, que debe reformar su sector laboral, que debe ajustar aún más sus cuentas fiscales. Eso haría florecer la confianza, sí, la que Uribe llamaba confianza inversionista, y el país como un ave fénix resurgiría. Es difícil pensar que vaya a haber menos austeridad en el corto plazo.
Con un gobierno conservador acabado de elegir la receta está clara. Pero tengo serias dudas sobre la sensatez de la receta. ¿No será que 50% de desempleo es más bien un problema de aguda falta de demanda? ¿No será, como Christina Romer o Paul Krugman dicen, que la austeridad empeorará las cosas? ¿No será mejor proponer un plan de gastos gubernamentales de corto plazo y uno de austeridad en el largo plazo? ¿En últimas, no será mejor dejar la austeridad para mejores tiempos?
Acaba de aparecer un bombillo tenue en medio de tanta esquizofrenia austera. La llegada de Hollande a la presidencia francesa. Por fin una voz entre los grandes del viejo continente cuya solución al ahogo de la economía no está basada en estrangularla lo más rápido posible.
Si España cae Italia difícilmente sobrevivirá. Y con ellos la Europa unida, la de una moneda, la del libre tránsito de personas y bienes, la sin-fronteras, morirá por sustracción de materia. Y ese escenario puede venir en pocos meses. Ah, y en ese mundo hipotético, a los que España sólo les interesa por ver a Messi y a Ronaldo, vayan cambiando de operador de cable. Compren uno donde pasen el fútbol alemán o el inglés. La Liga de las estrellas podría mudarse.