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Analistas 07/06/2018

El centro huérfano

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes

Casi dos tercios de los colombianos votarán en la segunda vuelta presidencial con la conciencia tranquila. Lo harán por el mismo candidato por el que apostaron el 27 de mayo pasado cuando el abanico de opciones incluía también las de centro. El otro tercio del país, el que decidirá cuál de los extremos llega al poder, se abstendrá, votará en blanco o lo hará por alguno de los candidatos pero con remordimiento, con la sensación de que lo hace por el que considera menos malo entre las alternativas, con la conciencia de que esa segunda alternativa no comparte los principios que lo empujaron a apoyar una opción muy distinta semanas atrás.

¿Qué harán ante esa encrucijada los votantes de centro? “Lo que se debe hacer es no decidir todavía, y votar por el que modere sus posiciones extremas. Si ninguno de los dos cede, se vota en blanco” recomienda el exministro Hommes en su columna dominical de esta semana.

Duque no necesita moderar sus posiciones extremas. Aun en un muy improbable escenario en el que 70% de los votantes de centro de la primera vuelta vote en segunda vuelta por Petro y solo 30% por él, igual gana las elecciones. Así lo entendieron algunos dirigentes de los partidos de centro: no esperaron a ver qué candidato ajustaba mejor su programa para ver si había terreno programático común sino que se subieron al bus ganador. Allí están ahora el partido Conservador, Cambio Radical, la U y el partido Liberal.

El candidato de la izquierda, necesitado de los votos de centro, sí ha hecho esfuerzos por moderar posiciones. Por ejemplo, ha descartado la idea de una asamblea constituyente, una de las muchas aristas en que ha mostrado su fe en los saltos abruptos en detrimento de las reformas incrementales que tienen en cuenta la complejidad en los asuntos públicos.

Pero Petro, a la hora de lucir un sombrero de centro, se enfrenta a un obstáculo posiblemente insalvable: no le queda. Y no le queda porque ya gobernó una ciudad como Bogotá y su talante quedó expuesto. Sus compañeros de batalla de aquella época que sí tenían sombreros de centro se bajaron del bus de la administración a los pocos meses de iniciada esta.

Si seguimos las alternativas planteadas por Hommes, hay que votar en blanco: un candidato no necesita moverse al centro; el otro sí, pero su talante es incompatible con ese pedazo del espectro político.

Lo que queda hacia adelante es un tercio del país huérfano de liderazgos políticos, que cree en las libertades individuales, en la libre empresa, en políticas redistributivas, en la ilusión de un Estado que aproveche el posconflicto para llegar donde nunca lo ha hecho, que teme los borrones y cuentas nuevas, que reconoce los avances del país, que celebra la diversidad y libertad de prensa, que rechaza los caudillismos y la violencia política de derecha y de izquierda, que aplaude la separación de poderes y sabe que la batalla contra las drogas no se gana con nuevos métodos de aspersión.

Con los cascarones dirigenciales de todos los partidos arrimados a los extremos, el centro huérfano busca un partido y los correspondientes líderes que lo representen. Ya algunos políticos con dignidad ideológica se bajaron del bus que sus dirigentes arrimaron a los extremos. Ojalá sus destinos cuajen en nuevos partidos políticos construidos sobre la base del espectro ideológico desamparado. Colombia los necesita.

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