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Charles Kindelberger fue un historiador económico, autor de decenas de libros, el más famoso de los cuales lleva el título de esta columna. La primera versión de este apareció a finales de los años setenta del siglo pasado y pasó a ser una lectura obligatoria para aquellos interesados en descalabros financieros, en la explosión de burbujas financieras. El libro lo fue actualizando con las nuevas crisis que surgían; la última versión, ya póstuma, se publicó en 2005.
Kindelberger sostiene que las burbujas son antecedidas por manías, periodos de euforia en los que un número creciente de inversionistas busca ganancias de capital de corto plazo basadas en el incremento del precio de un activo en lugar de los ingresos sostenidos por el uso productivo futuro de ese activo. En estos periodos de euforia los inversionistas tienen la sensación de tener que subirse al tren de los crecientes precios del activo antes de que sea muy tarde y esas oportunidades desaparezcan. Cada comprador, observando la evolución reciente del precio del activo, cree que podrá comprarlo hoy y venderlo sustancialmente más caro en el futuro. Con frecuencia esas compras están apalancadas en el sector financiero (como de hecho lo mostramos en los casos de DMG y Drfe en Colombia en una investigación reciente). Ese comportamiento empuja aún más al alza al precio del activo en cuestión.
Una manía, afirma Kindelberger, es como un ciclista: para mantenerse en pie debe seguir pedaleando; en el momento en que pare de hacerlo, caerá.
Cuando finalmente se acaba el combustible del proceso, ida la manía por la razón que sea, llega la etapa del pánico en la que los dueños del activo empiezan a temer por la sostenibilidad del precio y tratan de deshacerse de este. Si bien la llegada de inversionistas puede haber sido paulatina y haber tomado años, la salida suele ser precipitada, con todos tratando de salvar el sombrero. La burbuja estalla.
El libro de Kindelberger repasa las burbujas más famosas de la historia comenzando por la de los tulipanes holandeses en el siglo XVII y terminando con la del “punto com” a finales del siglo XX. Si Kindelberger viviera, con certeza estaría agazapado recogiendo información sobre la evolución del Bitcoin, la moneda virtual más importante de la historia. El precio de los Bitcoins ha subido este año más de 700% y su valor de mercado alcanza el equivalente a la mitad del PIB colombiano anual. Como en muchas de las burbujas anteriores, su atractivo está basado en el encanto de la novedad, en la sensación de que esta vez sí hemos descubierto la inversión infalible. La naturaleza virtual y la facilidad de acceder a esta moneda desde casi cualquier parte del mundo dificultan la comparación con otras burbujas con características más locales. La naturaleza anónima de la moneda hace difícil también establecer la exposición que tienen los países, las personas y las organizaciones al activo. Pero todos sumados están expuestos al equivalente a la mitad del PIB colombiano. Cuando esa burbuja estalle, y estallará, habrá dolor. Falta saber cuándo estallará y la magnitud y locaciones del daño. Pero no me cabe duda de que habrá un Crac, definido acertadamente para este contexto por la RAE como “onomatopeya usada para imitar el sonido de algo que se quiebra”. Como un bitcoin.