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El maíz creció en América gracias a nuestros pueblos indígenas y en la actualidad es un cultivo del que Colombia es centro de biodiversidad y que atraviesa nuestra cultura gastronómica. Por eso, los colombianos somos hijos del maíz. Los tamales y demás envueltos, la mazorca del asado o el sancocho, la gran variedad de arepas y decenas de platos que hacemos con maíz han alimentado a generaciones enteras en nuestro país, siendo uno de los alimentos indispensables en nuestra mesa y con el que hemos construido memorias y emociones.
Y es que este cereal dorado no solo es importante en nuestra cocina, sino que su cultivo y procesamiento han generado una vasta industria agrícola, avícola y porcícola en Colombia, brindando empleo a miles de personas y contribuyendo significativamente a la economía nacional. Sólo en nuestro país, un colombiano puede consumir hasta 30 kg de maíz al año, mientras que en la industria de elaboración de alimentos balanceados 70% de los insumos primarios corresponde a maíz amarillo.
Sin embargo, a pesar de su importancia para nuestra cultura y seguridad alimentaria, el maíz colombiano enfrenta diversos desafíos en la actualidad. Efectos del cambio climático que llega con temporadas más largas e intensas de sequía o inundaciones; plagas que se agudizan por las condiciones tropicales del país; y precios que fluctúan dependiendo de la producción internacional o tasas del dólar y de las cuales depende su compraventa, son solo algunos de los factores que dificultan la sostenibilidad de su producción en el país.
Uno de los puntos críticos es el mantener o ampliar el abanico de opciones de semillas mejoradas por biotecnología moderna, que desde su incursión en el mercado colombiano en 2007 han permitido a nuestros agricultores proteger sus cultivos, disminuir los costos de producción, y mejorar la rentabilidad por hectárea. Un ejemplo de la oportunidad que ofrecen para aumentar la producción local está en las cifras: En 2023, estas semillas ocuparon 27% de las hectáreas totales sembradas de maíz y aportaron 44% de la producción total de grano para ese año.
Más allá de las implicaciones económicas y de productividad, es importante también considerar el impacto positivo a nivel ambiental del uso de las semillas de maíz genéticamente modificado, las cuales han demostrado optimizar el uso de insecticidas y herbicidas, reducir su uso en 65% y 22%, respectivamente. Esto representa también una disminución del uso de combustible para estas labores, y la protección de recursos no renovables como el suelo y agua, logros que no deben pasarse por alto en un momento en que la sostenibilidad es una prioridad global.
Frente al escenario actual en el que necesitamos aumentar la producción local de maíz al tiempo que nuestros agricultores enfrentan duros desafíos, las intenciones deben estar puestas en mantenerles acceso a estas y a nuevas tecnologías en semillas que les permitan ser rentables, además de amigables con el ambiente. Una limitación al uso de semillas genéticamente modificadas de maíz traería una serie de repercusiones que afectarían a diferentes actores, desde los miles de agricultores que las usan para sus cultivos, hasta el consumidor final que vería el impacto en el precio de productos claves en su dieta como el huevo, el pollo y el cerdo, terminando en afectaciones al Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario del país.
Ante esta situación, es clave que nos unamos para proteger y promover el cultivo de maíz en Colombia, entendiendo que necesitamos de todas las variedades, conocimientos y tecnologías disponibles para aprovechar el potencial productivo que tenemos, implementando políticas que fomenten su producción sostenible y apoyando a los pequeños, medianos y grandes productores para trabajar a favor de la seguridad alimentaria del país sin comprometer la sostenibilidad ni la competitividad de la industria agropecuaria.
En cada grano dorado saboreamos nuestra historia y el alma de nuestra tierra. Es hora de actuar con responsabilidad y visión a largo plazo para asegurar un futuro próspero y sostenible para la producción y abastecimiento del maíz.