MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Estamos en épocas en las que se siente en Colombia polarización, dificultades para la tolerancia y mucha desconexión. No es buen referente para los momentos cruciales que afrontamos, por lo que el primer mandamiento nacional debería ser el propósito general de mejorar el ambiente, crear las circunstancias para que fluya el consenso, para deponer las prevenciones y pensemos en una ruta de navegación que garantice el desarrollo sostenible con equidad e inclusión.
Insisto en esto porque vivimos una coyuntura determinante para la estabilidad económica y el equilibrio institucional y porque definitivamente tenemos grandes retos para el cierre de las brechas sociales, para frenar la inseguridad y la informalidad. Estamos frente a una inflexión histórica que trazará el rumbo de las próximas décadas y no podemos dejar a la deriva el futuro de nuestros hijos.
El país necesita más conexión y menos protagonismos, acciones de todos que nos involucren a todos y por ello es prioritario que los nuevos equipos que se instalen en los ministerios y que tienen en sus manos las propuestas primarias de un cambio en las reglas del juego mantengan los canales abiertos para que se escuchen los argumentos de la nación, de todos sus estamentos, evitar cualquier ruptura que signifique un choque de poderes que dificulte el camino que queremos recorrer por el desarrollo nacional y el bienestar general.
Podemos estar en desacuerdo en muchos aspectos, pero tenemos la posibilidad de dar pasos certeros en la creación de foros de deliberación, con organismos de concertación, que coadyuven al propósito de encontrar el camino. Hay una necesidad urgente de un trabajo conjunto que vincule el desarrollo social con el desarrollo productivo, porque no es razonable que cada uno tome decisiones unilaterales, acciones aisladas para su propia supervivencia, sin unir esfuerzos, sin priorizar, sin construir conjuntamente como manda la lógica y la sensatez. Como vamos, con esta desconexión, el impacto de las reformas será mínimo y las brechas podrán hacerse más profundas.
Cuando un país se desconecta institucionalmente, puede haber consecuencias graves tanto para la estabilidad interna como para su posición en la comunidad internacional. La desconexión institucional debilita el Estado de derecho, polariza la política, alimenta la corrupción generalizada, erosiona la democracia, agrava la inseguridad, crea condiciones para la inestabilidad y el estallido social, debilita la productividad y espanta la inversión.
Es muy prematuro predecir que se viene por delante en cuanto a la gobernabilidad de una administración que desiste de las coaliciones que le ayudaban a tramitar con cierta maniobrabilidad las propuestas de reforma en el Congreso, en momentos en los que se están tramitando reformas a la salud, al sistema laboral y al de pensiones, cuando se está definiendo una estrategia energética y se propuso un Plan Nacional de Desarrollo que, según se ejecute, toca todo el ámbito económico.
Como dice el proverbio africano, “si caminas solo, llegarás más rápido; pero si lo haces acompañado, llegarás más lejos”. Son tiempos de caminar acompañados, juntos, sin dejarnos ganar por las ideologías, por los desacuerdos políticos. Colombia es un país fuerte y puede resistir, pero si vamos en la misma dirección entonces habremos dejado un legado a las próximas generaciones.