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“El éxito de una nación no se mide solo por las políticas que adopta su Gobierno, sino también por la capacidad de sus empresarios para convertir esas políticas en desarrollo”. Esta frase resume con claridad la sinergia necesaria entre lo público y lo privado, porque, al final, son los empresarios quienes ponen en marcha la economía, se enfrentan a las consecuencias directas de las decisiones gubernamentales y, en muchos casos, logran mitigar sus efectos negativos con información oportuna y acciones concretas y estratégicas. Son ellos quienes conocen de cerca los retos del mercado, las oportunidades comerciales, las barreras no arancelarias y los factores que afectan la competitividad.
La negociación oficial está en manos del Gobierno Nacional y confiamos en que su buen oficio será clave para lograr que Colombia sea excluida del arancel de 10%, protegiendo así sectores clave. Solo una gestión oportuna del Gobierno puede generar acciones directas con su contraparte en Estados Unidos.
Pero el contexto exige más que gestión oficial. El sector privado también tiene un rol fundamental: mantener relaciones con empresarios y autoridades estadounidenses para mostrar la importancia y el beneficio mutuo de conservar abiertos los canales de comercio e inversión. No se trata de funciones excluyentes, sino complementarias. El trabajo unido, coordinado y respetuoso entre Gobierno y sector privado es lo que más le conviene al país.
En este contexto, la diplomacia empresarial cobra una relevancia ineludible. Entendida como la acción estratégica de los empresarios en escenarios internacionales para promover relaciones económicas, comerciales y de inversión, esta no sustituye la diplomacia oficial de los Estados, pero la complementa, la enriquece y, en muchos casos, la potencia.
Colombia tiene ventajas claras para defender su relación bilateral con Estados Unidos: un tratado de libre comercio vigente que ha sido beneficioso para ambas partes, un superávit comercial para EE.UU. y una oferta exportadora complementaria que no compite directamente con su producción local. Además, compartimos intereses estratégicos en materia de seguridad, lucha contra el crimen transnacional y desarrollo regional.
Frente a los desafíos recientes, se resalta que el Gobierno colombiano haya privilegiado el diálogo, y sería de gran importancia mantener de forma activa el diálogo público-privado para abordar temas críticos como los aranceles, los irritantes que aún persisten en la relación bilateral y, sobre todo, cómo avanzar en la generación de crecimiento a través del fortalecimiento del sector exportador colombiano hacia el mayor comprador del mundo. Sería un paso positivo, pero no suficiente si no se acompaña de acciones concretas desde el sector empresarial que le den contenido económico y real a esa relación.
La diplomacia que produce resultados es aquella que pone de presente las necesidades del sector productivo para lograr impactos reales. De nada sirven las políticas públicas, si no se traducen en condiciones que fortalezcan la actividad empresarial, generen empleo, inversión social y dinamicen la economía en beneficios de los ciudadanos. Las acciones que, a pesar de las diferencias, logran superarlas y convierten los desafíos en oportunidades, son las que permiten avanzar. Solo así se construyen resultados sostenibles que beneficien a todos los colombianos.