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No cabe la menor duda de que Colombia está en la mente del presidente electo Donald Trump. Esto quedó más que demostrado con el anuncio temprano de Daniel Newlin como próximo embajador de Estados Unidos en el país. No es común que se designen embajadores con tanta anticipación. En la región solo se han designado los representantes diplomáticos para México, Chile y Colombia. Desde la salida de Philip Goldberg en junio de 2022 las funciones quedaron en manos del encargado de negocios, quien, a pesar de las limitaciones inherentes a su rol, realizó una gestión destacable que merece reconocimiento.
El equipo que ha designado Trump para su nueva administración también refleja con claridad cuáles son sus prioridades hacia América Latina: la migración, el narcotráfico, el comercio y la contrarrestar la influencia de potencias como China, que han incrementado significativamente su presencia en la región.
Trump se ha caracterizado por su estilo transaccional y unilateral, y su política exterior refleja un enfoque altamente personal, donde las relaciones con países como México, Colombia, Guatemala y Brasil, por ejemplo, obedecerán a intereses específicos con ventajas estratégicas. Asuntos como comercio y seguridad se entrelazarán bajo su constante búsqueda de apalancamiento.
La elección de Daniel Newlin como embajador refuerza esta visión. Newlin, un empresario con intereses en Colombia conoce bien los problemas, oportunidades y realidades del país. Su experiencia empresarial sugiere un enfoque pragmático y directo, con un claro interés en fortalecer los lazos comerciales, incentivar la inversión en sectores clave y promover estrategias como el nearshoring, que busca reubicar cadenas de suministro en países cercanos a Estados Unidos. Este enfoque se alinea con la intención de Trump de reducir la dependencia de varios países a China y maximizar sus alianzas con socios estratégicos como Colombia.
Por otro lado, el secretario de Estado designado, Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, conoce profundamente América Latina. Su presencia podría marcar un cambio significativo en la política continental. Su postura ha estado marcada por su defensa de la democracia liberal, los derechos humanos, la consolidación de relaciones estratégicas dentro de la región y su rechazo a los regímenes autoritarios como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El dinamismo económico proyectado para Estados Unidos bajo Trump representa una inercia positiva que Colombia puede capitalizar, particularmente en sectores como infraestructura, agroindustria, tecnología, energía y manufactura. Para conectar con este momento histórico será crucial, entre otros desafíos, mantener la estabilidad macroeconómica, garantizar la seguridad jurídica y controlar la delincuencia organizada.
La oportunidad está para que Colombia sea un actor clave en la región y consolide su relación con Estados Unidos, sin embargo, se requiere de una política exterior elaborada para ello, que priorice la interacción constante con el Congreso estadounidense y fortalezca las relaciones bilaterales.
Esto, sumado a un enfoque integral y pragmático que combine el control del narcotráfico y la reducción de cultivos ilícitos con estrategias de desarrollo social, al tiempo que se promuevan soluciones innovadoras para manejar la migración regional mediante inversión productiva y tecnología fronteriza.