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Analistas 11/06/2024

Geopolítica de las emociones

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Un amigo congresista me recomendó leer ‘La geopolítica de las emociones’ y, la verdad, por su título, pensé inmediatamente que sería un libro pertinente para el momento en que vivimos. ¿Por qué en Colombia estamos ante una polarización que puede llegar a ser visceral y sobreponiendo el bien común al personal? Me hacía esa pregunta mientras leía la obra de Dominique Moïsi, que analiza cómo las emociones colectivas como el miedo, la humillación y la esperanza influyen en el comportamiento colectivo y en las relaciones entre naciones.

¿Qué ha pasado en Colombia que haya marcado nuestro carácter nacional o nos predisponga como nación? Sin duda, las últimas generaciones crecieron en el miedo. Colombia ha vivido décadas de conflicto armado, narcotráfico y crimen organizado, lo que ha desencadenado una atmósfera de miedo e inseguridad.

Moïsi se centra en el miedo, la esperanza y la humillación debido a su estrecha conexión con la noción de confianza, fundamental para afrontar el futuro y las relaciones interpersonales. El miedo revela desconfianza y desesperanza y la humillación es la confianza herida de aquellos que han perdido la esperanza.

El politólogo francés observa a Asia como un continente esperanzado, con sus dos gigantes, China e India, mirando al futuro con renovada ilusión; en los países de mayoría islámica predomina el sentimiento de humillación, lo que impulsa ideologías más extremas, empujando hacia la violencia, con individuos y naciones que no hallan un lugar en el mundo.

En Europa, el sentimiento predominante es el miedo, por el peso de la historia y las tragedias del siglo XX, con una población escéptica y envejecida que en general no visualiza una realidad atractiva; y en EE.UU. pesa más el mañana que el ayer y eso la hace más ambiciosa en los problemas de su agenda doméstica que en lo que sucede afuera.

En América Latina predomina un dilema entre el populismo y la demagogia con algunos destellos de esperanza y África sufre una batalla entre la angustia y la esperanza, entre la brutalidad y la dignidad.

Con el prisma que utiliza Moïsi, se podría afirmar que Colombia es vista como una nación castigada por la violencia y el narcotráfico y eso puede influir en un sentimiento de humillación colectiva.

Asimismo, la recuperación económica y el crecimiento del turismo en las primeras décadas de este siglo, sumado a la firma del acuerdo de paz con las Farc en 2016 suscitan esperanzas de un futuro más pacífico y estable.

¿Qué podemos hacer? Es fundamental que las políticas públicas reconozcan y aborden estas emociones al diseñar y ejecutar programas. Por ejemplo, las políticas de seguridad deben equilibrarse con programas de desarrollo social para mitigar el miedo y la exclusión.

Es necesario promover una educación inclusiva y campañas culturales que fomenten la esperanza y la cohesión social. También es crucial trabajar en mejorar la imagen internacional de Colombia y fomentar relaciones diplomáticas que refuercen el orgullo y la dignidad nacional.

Comprender cómo estas emociones influyen y cómo pueden ser gestionadas es clave para promover una sociedad más justa y equitativa y con un enfoque distinto podemos construir un futuro donde el miedo y la humillación sean reemplazados por la esperanza y la confianza, tanto a nivel nacional como en nuestras relaciones con el resto del mundo.

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