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La debilidad de los partidos políticos se hizo evidente una vez más en los últimos comicios, dominados por individualismos, movimientos efímeros y hasta de última hora. Cada vez nos alejamos más del sistema de partidos que permitía la coherencia ideológica y la disciplina doctrinaria, la posibilidad de representar intereses y opiniones de los ciudadanos, trascender más allá de los gobiernos y a sus legislaturas.
Es tan patente el caos de nombres de movimientos que entran y salen de escena y tan difícil saber su línea de pensamiento -si es que la hay-, que hoy algunos medios de comunicación pueden afirman fácilmente que las elecciones del 29 de octubre las perdió el presidente Petro; el presidente Petro piensa que creció su fuerza electoral y los analistas aseguran que la tendencia mayoritaria se ubicó en el centro, al menos en el ámbito macro de las gobernaciones y las principales alcaldías.
Y por mucho que el candidato electo se identifique con una colectividad de izquierda, centro o de derecha, con certeza no responderá solo a ella y será una mezcla de ideales y pensamientos que proyectan una ilusión personalista más que un norte o propuesta a largo plazo, porque los valores partidarios dejaron de existir hace muchos años, porque los electores votan a las personas y no a los partidos.
El Consejo Electoral registra 35 organizaciones políticas con personería jurídica, mientras que un total de 323 aspirantes buscaron participar en las pasadas elecciones mediante el respaldo de firmas, o porque no se identifican con ninguna de las anteriores, o no los aceptan en alguna, o les resulta más cómodo y sin compromiso ir en solitario.
Los partidos políticos deben tener lineamientos claros, disciplina partidaria alrededor de principios y propuestas, ser consistentes con una propuesta amplia e inclusiva que garantice a los ciudadanos agruparse en torno a los propósitos del bienestar social y el desarrollo nacional, que permita a los votantes elegir representantes que respondan a sus expectativas, que sus voces sean escuchadas, que haya propuestas a largo plazo, viables y consistentes, con una estructura sólida y una plataforma de gobierno coherente, que garanticen la estabilidad política, fomenten la participación ciudadana y faciliten el ejercicio de la oposición.
Las estructuras partidarias son un componente fundamental de la salud democrática de las naciones, contribuyen a la estabilidad, ayudan a prevenir y afrontar la aparición de líderes autoritarios, falsos profetas o peligrosos populistas, a evitar que se difunda el caos político; y de otra parte alientan a que se fomente la negociación, el consenso en la toma de decisiones de interés nacional, a la conciliación para llegar a acuerdos y avanzar en la implementación de políticas de conveniencia común.
Es importante que los partidos funcionen, que el sistema político se gestione de manera transparente, democrática y responsable, que se represente adecuadamente a los ciudadanos, se promueva la estabilidad y la cohesión de los procesos políticos, que se estimule el equilibrio de fuerzas, la pertinencia de las acciones, la solidez del Estado, que se proyecte al país sobre cimientos sólidos de principios, valores y se concreten propuestas que le den viabilidad a la nación con predominio del interés colectivo sobre el beneficio individual.