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Cuando hacemos un alto en el camino podemos constatar que nos ha tocado vivir en un tiempo de cambios súbitos y constantes por cuenta de los desarrollos tecnológicos, con abruptos y descontrolados accesos a la información, expuestos también a realidades ficticias o aumentadas que deforman los ideales comunes y los transforman en ideologías dominantes o marginales.
Las mentalidades y las prioridades también han evolucionado: de un mundo más proclive a las costumbres, a las tradiciones, a los principios y a las creencias, hemos pasado a otro más atraído por la innovación, por las ideas, por las experiencias, por los derechos de las personas y por el compromiso con el destino del planeta.
Y hace apenas dos años experimentamos una pandemia que nos recordó lo frágiles y lo efímeros que somos y de la importancia de prevalezcan los principios y las virtudes, sin embargo, la memoria colectiva es muy corta y se ha ido esfumando esa sensación de que teníamos que hacer cambios fundamentales en la humanidad para que predominaran los principios de la pluralidad, la dignidad, la solidaridad, la integridad, la diversidad, la independencia, la equidad y la inclusión, y virtudes como la humildad, la franqueza, el coraje, la perseverancia, la generosidad, la sinceridad, la tolerancia y el respeto.
Ahora estamos revolviendo ideales con ideologías, desfigurando las metas y los objetivos, orientándolos a los intereses de esas mismas ideologías, confundiendo el mandato popular del cambio, ignorando los deseos colectivos para encaminarlos hacia un propósito ideológico determinado, con más posibilidades de forjar un futuro de discordia y división que de entendimiento y unión.
Cada vez son menos frecuentes los debates centrados en las ideas y más en las ideologías que venden sueños irrealizables. Por eso desde hace décadas las personas votan más a los líderes que a los partidos, buscan quien interprete sus ideales, sus aspiraciones, quien pueda proveerles mejores condiciones para las oportunidades, el bienestar y la prosperidad. No siempre los ganadores respetan su verdadero mandato.
Todas estas reflexiones me llegan cuando analizo la situación de Colombia o leo noticias de otros países. Que ganan elecciones unos de la derecha, o de la izquierda, populistas o independientes. Muchas veces por un puñado de votos las naciones quedan en manos de la suerte, porque después se pueden cambiar las reglas del juego para bien o para mal.
Hoy tenemos en el país una coyuntura difícil, con una ideología que desconoce los ideales, que aprovecha el descontento social, que alienta a la desobediencia civil, que alecciona y radicaliza a su población vulnerable e ignora los principios que pueden contribuir a un mejor futuro.
Es importante, por muy obvio que parezca, que todos hagamos el esfuerzo de recordar los ideales, construir bajo el concepto del bien común, por el beneficio de todos, con una amplia apertura al diálogo, a la conciliación, al consenso, a construir desde lo construido, con respeto, compañerismo, a través de una cultura que no se declara si no se vive, se transmite con ejemplo. Es momento de cuidar lo nuestro, nuestras instituciones, nuestras empresas, de mantenernos unidos y construir sobre las diferencias.
Por eso es importante mantener un diálogo entre las distintas formas de pensar y encontrar un consenso. En este momento Colombia necesita más ideas y menos ideología.