Analistas 24/02/2025

Oportunidad, no subordinación

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas
La República Más

Colombia ha construido una relación comercial sólida con Estados Unidos basada en oportunidades, competitividad y una integración progresiva que ha generado empleo y bienestar. Más que una debilidad o subordinación, es una oportunidad aprovechada de forma conveniente, aunque, como toda relación, presenta desafíos, por lo que calificarla de subordinación demuestra desconocimiento sobre la alianza comercial que se ha forjado en más de 200 años de cooperación, estabilidad institucional y crecimiento conjunto.

Nuestro país tiene la posibilidad de diversificación sobre la mesa, nadie obliga a Colombia a vender solo a EE. UU., contamos con 13 Tratados de Libre Comercio (TLC) y 4 Acuerdos de Complementación Económica que otorgan acceso preferencial a 65 países para diversificar mercados.

Sin embargo, nuestra ubicación geográfica, la resiliencia y el esfuerzo de los empresarios nos dan ventajas competitivas frente al mercado más grande del mundo, que genera el 25% del PIB global. Que Estados Unidos sea el principal destino de nuestras exportaciones no es una imposición, es el resultado de condiciones favorables.

Los resultados son contundentes. El 79% de las exportaciones de flores se dirigen a Estados Unidos, generando más de 220.000 empleos. El 40% del café y el 30% de las frutas exportadas a ese mercado significan 765.000 empleos directos y 1,8 millones indirectos lo cual responde a la competitividad de nuestras industrias y a un consumidor que valora la calidad.
El turismo refuerza este vínculo. En 2024, más de 1,2 millones de turistas estadounidenses visitaron Colombia, representando una cuarta parte de los visitantes internacionales, frente a 370.000 de México, el segundo mercado emisor. Este flujo no solo fortalece la inversión y el empleo, sino que también promueve nuestros destinos.

La cooperación con Estados Unidos es de vieja data y crucial para la consolidación institucional de Colombia. La Misión Kemmerer de 1923 asesoró al país en la creación de entidades fundamentales como el Banco de la República, la Contraloría General y la Superintendencia Financiera, pilares que han garantizado transparencia y estabilidad, y que continúan atrayendo inversión y promoviendo la competitividad.

¿Ha sido subordinación? ¿Hemos perdido con el TLC con EE. UU.? La respuesta es clara: no. Perder este acuerdo tendría consecuencias profundas para la estabilidad y el crecimiento de sectores clave que son dependentes del acceso preferencial a un mercado seguro y predecible y que permite reglas claras para miles de empresarios y millones trabajadores.

En contraste, otros países de América Latina han caído en la trampa de las “zanahorias pintadas”: financiamientos externos con promesas atractivas que, en la práctica, se traducen en endeudamientos sin retorno productivo claro, limitando la capacidad de renegociar términos o diversificar socios. Proyectos de infraestructura insostenibles y condiciones de financiamiento restrictivas han demostrado que estas “ayudas” responden más a estrategias geopolíticas que a esquemas de cooperación equilibrada.

La verdadera subordinación es la dependencia sin alternativas viables. En lugar de tensar la relación con discursos contraproducentes, Colombia debe enfocarse en fortalecer y aprovechar las oportunidades que ofrece su principal socio comercial, sin arriesgar lo que ha sido cuidadosamente construido.