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La polarización de la campaña presidencial se sigue sintiendo en los discursos y en las conversaciones callejeras, en las redes sociales atiborradas de falsas noticias y memes que, aunque divertidos, no dejan de hacer mella en los incautos y ahondar los odios entre los más apasionados.
Que van a expropiar, dicen de un lado, que van a acabar con la tutela, dicen por el otro. Que se instalará el chavismo bolivariano o que volveremos a la guerra generalizada. Que el autoritarismo de izquierda, que el de derecha. Los que saben de política y de historia aseguran que nada de eso va a pasar, pero desvía la atención sobre lo que realmente importa. Conocer las propuestas, escoger la que consideramos más adecuada y, sobre todo, que pensemos en la mejor opción para nuestro país: una Colombia democrática.
En términos económicos, del próximo presidente de Colombia esperamos mucho: crecimiento sostenido, desarrollo sustentable, fortalecimiento regional. O al menos lo que necesitamos: estabilidad jurídica, productividad, innovación, competitividad. O como mínimo no perder lo que ya tenemos: seguridad, empleo, justicia, inversión, responsabilidad macroeconómica, estabilidad institucional y oportunidades.
No es momento de polarización ni de votar en contra de, es momento de pensar en el país que queremos y el modelo que consideramos más conveniente para navegar hacia buen puerto, para que las nuevas generaciones hereden un entorno de prosperidad y paz.
Las propuestas populistas seducen, pero suelen diluirse por inviables, porque la realidad las contradice y los ejemplos nos circundan. Son mejores las certezas que los deseos.
El próximo presidente recibe una economía en marcha, una macroeconomía estable. Y algunos pendientes, como mejorar la competitividad, reducir la informalidad. Requerimos un plan de productividad para el capital y para el talento humano, más equidad, mejor distribución del ingreso y de la tierra. Y si hay algo que Colombia debe preservar es la excelente compenetración de acción y dialogo entre lo público y lo privado.
Importante mantener la apuesta por el libre comercio. Escogimos el camino difícil, y estamos recorriendo este camino, un camino que nos permite ser fuertes, llegar más lejos. El camino más fácil es el proteccionismo, cerrar la economía, restringir la competencia.
Si queremos que una economía subsista tenemos que expandir sus horizontes, más en las actuales coyunturas, con retos diferentes. La internacionalización es una herramienta que permite crecer, debemos defender lo que se ha construido y proponer acciones para mejorar la capacidad de nuestra Nación.
Colombia necesita integrarse internamente también, tener unas regiones vigorosas y un mercado nacional articulado. El acuerdo de paz justamente nos da la oportunidad de integrar el país, de recuperar zonas que por décadas estuvieron al margen de las iniciativas privadas.
Moralmente tenemos la obligación de superar la polarización y las divisiones, identificar las posibilidades en esa Colombia que reclama oportunidades productivas para su crecimiento y desarrollo. Estamos en un momento histórico para que las empresas expandan sus límites, conquisten mercados, desarrollen nuevos productos, generen nuevos consumidores y empleos de calidad.
La democracia ofrece renovación y pone en nuestras manos el poder de elegir. Usemos ese poder para fortalecer las instituciones y defender el bien mayor: Colombia y su futuro.