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El desarrollo y utilización de nuevas tecnologías en turismo debe venir con la debida reglamentación, porque no usarlas es como estar fuera del mercado y dejarlas a su libre albedrío es condenar el sector al caos y a la informalidad.
Cada semana llegan noticias del exterior sobre la disyuntiva de cómo regular a las plataformas virtuales. Su súbita aparición y su inusitado crecimiento han impedido una respuesta rápida y adecuada que evite dar palos de ciego.
Las plataformas de hospedaje, por ejemplo, se encuentran en un tire y afloje con los principales destinos mundiales, que se esfuerzan por regular las operaciones, ya sea con la imposición de tiempos máximos, registros obligatorios y/o pago de impuestos. Las plataformas se resisten y optaron por encarar cada situación según la ciudad y su complejidad.
En Paris, donde es evidente la escasez de viviendas de arriendo para los residentes de la ciudad porque más de 20.000 se dedican al menudeo, se obliga a que cada anuncio de oferta de alquiler tenga un registro, pero apenas el 16,1% lo hace de manera correcta, la mayoría lo omite o sale del paso con números falsos. La medida intenta evitar que las viviendas superen el máximo de 120 días por año.
Los operadores consideran esas reglas desproporcionadas, más adecuadas a profesionales que a particulares. En cualquier caso, lo mínimo es que los operadores tengan registros nacionales y no se amparen en la supranacionalidad.
Me correspondió, como ministra de Comercio, Industria y Turismo, el caso de Booking que, pese a tener una sede física en Bogotá, no contaba con el Registro Nacional de Turismo, por lo que la Superintendencia le aplicó una sanción de 50 salarios mínimos.
Adicionalmente, avanzamos en la negociación con Airbnb para lograr que todos los establecimientos que se promocionan a través de la aplicación cumplieran con los requerimientos legales del país. Identificamos a sus anunciantes, los visitamos, verificamos sus permisos. Ese control permanente es necesario. Quien presta un servicio debe saber que el Estado le exigirá cumplir las normas.
También creamos y reforzamos las brigadas por la formalización que condujeron a que más de 27.000 establecimientos expidieran su registro y, con mano firme, en conjunto con la Policía Nacional, se cerraron un buen número de establecimientos. Ofrecimos herramientas para motivar su formalización, capacitamos, perseguimos la ilegalidad y nunca bajamos la guardia. Este primer paso para generar reglas claras dejó un precedente sobre el cual debemos insistir.
Los principales gremios del turismo colombiano lidian con este asunto desde hace años, con toda la razón, pues el descontrol disminuye la competitividad de quienes pagan impuestos y generan empleos formales.
Y las plataformas tampoco parecen muy interesadas en tomar la iniciativa en regularse y han preferido la estrategia de reaccionar a último momento y en cada lugar de acuerdo a las circunstancias locales, en particular en aquellas ciudades donde el crecimiento del turismo se ha vuelto insostenible y se vive una animadversión contra el turista.
En los tiempos de la economía colaborativa se dificulta establecer la manera de ejercer control sin que suponga una atadura para la industria o una intromisión innecesaria en el mercado. Nadie es partidario del exceso de regulación, pero el turismo del futuro requiere orden y normas.