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Es claro que una política farmacéutica debe incluir un mensaje progenérico, pero también es claro que esta no puede poner en riesgo el acceso de los pacientes a los medicamentos, ni propiciar una dialéctica en contra de las inversiones que han permitido salvar vidas a través del desarrollo de productos altamente efectivos e innovadores.
La reindustrialización debe ser inteligente, lo cual implica la racionalidad técnica necesaria para entender lo que es viable, lo que es necesario, y poner como eje central de la estrategia la salud y no la política.
En la actual situación de Colombia urge una política de industrialización a gran escala porque estamos rezagados en la mayoría de los sectores; hay que evitar el bloqueo técnico y regulatorio a la investigación, a la propiedad intelectual, a la innovación médica y entender la evolución fisio-biológica propia de la sociedad (más edad, hábitos de vida, etc.).
Partamos del simple hecho de que el desarrollo de una nueva molécula tarda en promedio 10 años y requiere inversiones hasta por US$2.500 millones, donde los márgenes de la inversión financian en parte nuevas soluciones que salvan más vidas.
Además, de los miles de investigaciones que inician cada año, sólo pocas terminan en terapias reales y sobre esa base es poco probable que la mayoría de las empresas nacionales de países en vías de desarrollo puedan sostener este nivel de inversión.
Una política focalizada en medicamentos genéricos o desarrollados localmente puede limitar el acceso a terapias innovadoras, especialmente para enfermedades complejas, graves o raras que no tienen equivalentes en el mundo de los genéricos.
Un informe de la Ocde resalta que el acceso a medicamentos innovadores varía entre países: aquellos con políticas proteccionistas, con barreras a la innovación, reembolsos difíciles y no basadas en el bienestar del paciente pueden retrasar la introducción de nuevos tratamientos y afectar la calidad de la atención y de la salud.
Por supuesto que hay medicamentos genéricos de calidad y buenos productores nacionales, con buenas prácticas y estándares, sin embargo, es un error afirmar que son iguales a los originales: los procesos de producción en cualquier industria son distintos de planta a planta; los excipientes (auxiliares de formulación) que se usan en casi todos los medicamentos tienen una variedad tal que cambian los productos y por tanto su efecto. El solo tamaño de una molécula (que son microscópicas) cambia de inmediato la forma en que un medicamento es absorbido por el intestino, por ejemplo.
La industria farmacéutica de innovación requiere un perfil de investigadores altamente calificados, lo cual demanda una enorme infraestructura académica y de práctica y muchos años de desarrollo.
La industrialización farmacéutica es necesaria e importante y debe ser un norte, con un plan concreto en lo técnico, en lo científico, lo educativo y lo financiero, con un desarrollo sostenible en el tiempo, con transferencia de conocimiento médico y de salubridad para el sistema local, y contando con lo más importante, que es garantizar altos estándares de salud y los derechos del paciente a ser tratado adecuadamente.
Para ello se requiere, entonces, una reindustrialización inteligente, que involucre tanto genéricos como medicamentos innovadores.