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Recientemente la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) indicó como un hecho muy preocupante que la violencia en Colombia registra las cifras más altas desde 2016, cuando se firmó el acuerdo de paz con las Farc. Estamos lejos de los peores tiempos de décadas anteriores, pero se percibe un continuo deterioro del orden público, un recrudecimiento de la delincuencia armada y cuando hablo de delincuencia armada incluyo a la guerrilla y a las bandas criminales en el mismo saco porque ya poco y nada interesan las diferencias ideológicas, en cambio sí mantienen las mismas estrategias de financiación con el narcotráfico y el desalojo y el terrorismo como métodos de intimidación.
Y en ese ambiente de deterioro de la seguridad nacional el Comité de Paro convoca y desconvoca movilizaciones desconociendo de tajo las elecciones como un sistema válido de participación para buscar los cambios que reivindican, dando por hecho que la abstención y la indiferencia son mejores formas de protestar que renovar y mejorar la democracia abierta y participativa.
Después de las alarmas prendidas por la pandemia, la coyuntura electoral se presenta como una oportunidad para la convivencia, para la paz y la definitiva cohesión de la sociedad colombiana, para ensanchar los canales de participación, crear condiciones de seguridad y garantías para que el ciudadano. Bajo este concepto los sistemas políticos tienen como principio constitucional y de derechos humanos suministrar las mayores garantías de estabilidad social, para que los ciudadanos puedan desarrollarse de manera integral.
Hago un llamado a mantener los esfuerzos por la convivencia pacífica en todos los niveles de todos los estamentos, que no perdamos el espíritu de optimismo que trajo la paz y no olvidemos que de las confrontaciones solo quedan desgracias, pobreza y atraso, más ahora que estamos en ciernes de una guerra internacional que puede tener grandes proporciones y que producirá especulación, inflación e incertidumbre en todo el mundo.
Durante décadas, la vida de los colombianos ha estado marcada por confrontaciones ideológicas y armadas, por realidades que les ha obligado a usar sus instintos naturales de supervivencia, tomar medidas restrictivas en la convivencia social, retraerse, ensimismarse, a ser más individual y personalista. Todas estas conductas de mantenerse al margen, de excluirse, de aislarse, afectan el desenvolvimiento normal de la vida en sociedad, la estabilidad emocional colectiva. Los impactos negativos persisten y el ciudadano ha adoptado patrones de conducta caracterizados por la excesiva seguridad personal, bajo el temor y el miedo, poca participación en las actividades ciudadanas y colectivas, con bajos niveles de comunicación, interacción e interés por su entorno.
Ese afán de autoprotección, de autoaislamiento y de personalismo nos pueden llevar hacia una sociedad disfuncional, desintegrada, factores que afectan la psicología social y fomentan el odio, la frustración, el hastío y la parálisis social. El contexto ha cambiado, Colombia ha evolucionado de una forma importante, no podemos dejar que la indiferencia, el personalismo y la vanidad nos lleve a recorrer caminos ya recorridos en el pasado que fueron muy dolorosos. Es el momento de dar el cambio completo y actuar, ejercer el voto, de darle un significado a la democracia. El camino es la democracia. Por eso, el 13 de marzo, elige por Colombia, elige votar.