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Se encuentra en primer debate en la Cámara de Representantes un proyecto de ley mediante el cual se regula la actividad del agroturismo en Colombia y busca, entre otras cosas, crear una Comisión Nacional de Agroturismo, conformar circuitos rurales exentos de cofinanciación y que los vehículos de pasajeros no requieran planilla de traslado.
Aparte de lo de la cofinanciación, que exige una ley, no es claro qué tiene que ver lo de eliminar la planilla para el transporte público, ni para qué crear otra comisión. Pero, en fin, lo que quiero decir es que, si estamos pensando en adicionar a la ley actual algo específico para agroturismo, convendría ir más allá, y legislar sobre todos los ámbitos del sector y concertar una política real, adecuada y oportuna para su desarrollo.
También definir cuál es la apuesta, establecer una estrategia en torno a la naturaleza, que es nuestro mayor don, el verdadero diferencial, nuestra riqueza más valiosa, un activo de incalculable potencial. Centrarnos en la diversidad, con reglas claras, con una cultura ciudadana que garantice un turismo sostenible y para siempre, y una promoción pertinente, entendible y enfocada.
Los expertos, los empresarios y los gobiernos llegamos a puntos comunes de vieja aspiración (como megaproyectos en La Guajira o invertir en la Sierra Nevada o en el Amazonas), pero para concretarlo se debe trabajar una política que facilite consultas previas, la titularización de predios, que establezca requisitos y normas para el desarrollo turístico de naturaleza y, muy importante, un POT que incluya el sector. Hay que darle la verdadera dimensión al turismo para que sea la mayor industria nacional y articular las iniciativas aisladas.
El Gobierno está ad portas de presentar el nuevo Plan Sectorial de Turismo que trazará la ruta para los próximos cuatro años y que por lo que he leído y escuchado del ministro de Comercio, Industria y Turismo y de su viceministro correspondiente, suena a un plan bien estructurado, orientado a darle continuidad a lo que se ha hecho, trabajar sobre lo avanzado, poner más orden en esta industria que llegó a su madurez gracias a los esfuerzos en seguridad, infraestructura, conectividad, educación, normas y promoción que se han desarrollado en los últimos lustros y que promete mejores tiempos gracias a los acuerdos de paz.
Hoy, además, los colombianos necesitamos actitud, voluntad, profesionalismo y convicción, sumar esfuerzos y construir una institucionalidad para obtener y administrar los recursos, que son escasos para el desafío. Es momento de construir una visión estratégica acorde con las actuales circunstancias, a las nuevas tendencias, a la llegada de un mundo digital que ha cambiado las reglas del juego.
Colombia debe especializarse, no podemos apostar por un turismo masivo ni pasivo, debemos darle valor agregado, desarrollar productos sofisticados, diferenciados, identificar las fortalezas y capitalizar la diversidad cultural y geográfica, su sostenibilidad y su característica transversal en cada uno de los ámbitos de la vida nacional.
Si queremos que el turismo sea relevante en el futuro económico tenemos que pensar en grande, generar una estrategia pública integrada, con una legislación marco, y dejar de agregar pedacitos a la gran colcha de retazos de la normativa que hoy tenemos.