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Hace un par de meses la marca británica Burberry escandalizó al mundo al anunciar la destrucción de US$37 millones en mercancía descontinuada.
Destrucciones como ésta han sido usadas de manera sistemática desde hace años por marcas de lujo como parte de mantener la exclusividad y evitar la banalización de su nombre. Sin embargo, los clientes hoy en día tienen mayor conciencia ecológica y no condonan dichas prácticas.
Burberry abre entonces el debate sobre la relación de la moda y el medio ambiente. De acuerdo con el “Global Fashion Agenda Forum” alrededor de 92 millones de toneladas de desperdicio textil es producido por la industria de la moda al año, convirtiéndola en la industria que más contribuye a la contaminación ambiental después de la petrolera.
Las marcas están siendo sensibles a esta realidad, los grandes conglomerados como Kering y LVHM están cambiando su economía a una circular y contribuyendo con un impacto social.
El fin es encontrar un segundo uso a los productos desechados y reducir el consumo de materiales, como está haciendo Adidas con los zapatos hechos de residuos de encontrados en el mar. Claudia Bahamon y OQ shoes recientemente lanzaron una iniciativa que sigue esta misma línea, esperemos que cumplan sus objetivos de limpiar y preservar nuestras costas del Pacífico.
Desde mi punto de vista estos cambios, más que una carga, deben asumirse como una oportunidad de negocio. Burberry como alternativa a la destrucción masiva de prendas hizo una alianza con Elvis and Krasse con miras a transformar por lo menos 120 toneladas de restos de cuero en accesorios y utensilios de casa en cinco años.
Además incluyen donaciones a fundaciones en pro de la energía renovable y ayuda social. Los primeros productos se ven interesantes, se producen por una fracción del valor de su línea principal y amplían la cobertura de mercado, por lo tanto atraen un público nuevo para la marca.
El fundador de Elvis and Krasse, ha demostrado la viabilidad del modelo para moda sostenible tras 15 años transformado material indeseado en accesorios de lujo. Hace énfasis en la necesidad de un proceso dinámico y flexible acorde con la variación permanente de los materiales a su disposición.
También incorpora en su filosofía el diseño de piezas que desafíen el paso del tiempo, de manera que sean realmente sostenibles y utilizadas más allá de una temporada.
Otra faceta de la moda sostenible es el mercado de ropa de segunda mano. Son cada vez más las tiendas de alquiler de ropa, así como también mayores las opciones para vender y comprar ropa usada.
Hay cada vez menos prejuicios y en cambio se ve la oportunidad de obtener algo por ese vestido que solo se usó una vez o adquirir una prenda de diseñador que no se puede pagar nueva.
El mercado de reventa se espera crezca 49% en 2018. El mundo digital lo vuelve más fácil, las aplicaciones digitales de reventa son cada vez más y frecuentemente impulsadas por celebridades. En Colombia, para no ir más lejos, la app GoTrendier permite comprar piezas del closet de Pilar Castaño, Paola Turbay o Natalia Paris.
Es probable entonces que la moda sostenible abra las puertas a una nueva gran industria con reglas diferentes a las que conocemos. Una cuyo modelo de negocios requiere creatividad en operaciones y logística, eficiencia en diseño y un sistema de costeo que tenga en cuenta la recuperación y transformación de remanentes de inventario.