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Alguna vez, como directivo o accionista de una empresa familiar, ¿ha rechazado alternativas que bajo la lógica financiera tienen sentido, pero bajo la luz de la vocación familiar no deberían adoptarse?, o ¿ha frenado ciertas estrategias empresariales porque estas impactarían el nombre y legado de su familia? Si esto le ha ocurrido, la explicación se encuentra en el interés que tiene por cuidar la riqueza socioemocional de su empresa.
Para la mayoría de los empresarios familiares, las decisiones orientadas a maximizar el valor de sus inversiones, también están impulsadas por el objetivo de preservar los bienes afectivos, que hacen parte del alma de la familia empresaria. La riqueza socioemocional es un concepto que se trabaja con una lógica de cuidado de aquellos activos no económicos que conforman el capital social de estas empresas.
Todo lo que vaya en contra de su vocación como familia generadora de un bien dañará esa propia riqueza y, a su vez, afectará las dinámicas familiares.
Según autores como Gómez Mejía, Cruz y Berrone, el concepto de riqueza socioemocional está conformado por cinco dimensiones. La primera es el control e influencia familiar. Los valores familiares orientarán este enfoque, ya que una familia unida por la solidaridad y el propósito superior, ejercerá su control e influencia con base en lo que es mejor para la empresa como organización, más allá de sus intereses individuales.
La segunda es la identificación de los miembros de la familia con la empresa, que deriva en comportamientos orientados al trabajo en equipo. Se relaciona con la vinculación emocional del miembro de familia con los valores que percibe son importantes en la toma de decisiones. Esta dimensión promueve una coherencia entre la presencia de la ética en los negocios y la identificación como miembro de familia frente al actuar de la empresa.
Forjar lazos sociales es la tercera dimensión. Estas relaciones sociales se promueven hacia los colaboradores y la comunidad mediante actividades de responsabilidad social. La unión de lazos sociales requiere del esfuerzo de los miembros de la familia y que sean coherentes con las decisiones que tomen buscando el bienestar común.
La cuarta dimensión es la conexión emocional entre los miembros de la familia. Se forma a través de las dinámicas que consoliden la esencia de la empresa familiar; ese punto de vista familiar que se comunica con sus valores y que busca el bien en cada una de las decisiones. Cuando una familia está conectada emocionalmente, buscan juntos el bienestar para ellos y los demás.
La última dimensión es la renovación de los vínculos familiares a través de la sucesión. Para las familias empresarias, continuar con el legado es un objetivo importante porque a través de éste se puede seguir contribuyendo al ecosistema empresarial.
De esta forma, la toma de decisiones basada en el cuidado de esa riqueza socioemocional tiene efecto sobre la identificación y el compromiso con esa familia, sobre la cohesión familiar, la forma de gestionar el conflicto, los valores de los miembros de la familia (particularmente en tiempos de crisis) y el gobierno familiar y empresarial, efectos nada menores cuando se habla de construir un legado que genere valor en el tiempo.