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Les voy a contar la historia de unos supervivientes. En época de turbulencia son las que no suelen contarse ni hacen parte de las estadísticas. Sin embargo, todos deben saber que también pasan cosas buenas, y en este caso, tan buenas, que parecen increíbles. Ellos revirtieron cualquier estadística o evidencia científica. Contra todos los pronósticos, las comorbilidades o la edad vencieron al enemigo más poderoso que tiene hoy la humanidad: el covid-19.
Este ha sido uno de los años más angustiosos para Nelcy y toda su familia. Y no es para menos, ella acaba de perder medio pulmón por cuenta de un cáncer tipo linfoma; tiene media tiroides, porque la otra media se le fue con otro tumor y además de eso sufre depresión. Se los voy a resumir: para ella no era una opción enfermarse de coronavirus. Las cifras, que aterran, le enrostraban cada día que una mujer como ella con no podría sobrevivir.
Ahora la historia de sus suegros una pareja de adultos mayores: María y Octavio. Ella de 84 años y él de 87. Solo por su edad quedaban en ese grupo aterrador donde el covid es más letal. Además de eso, ella es hipertensa y tiene osteoporosis. Él tiene hipertensión, cáncer y una deficiencia coronaria. Para ellos tampoco era opción contagiarse.
Pero hay tragedias que parecen inevitables. Un día sintieron los primeros síntomas: algo de malestar y cansancio. Y las malas noticias empezaron a desatarse una a una. Alguien de la familia pierde el gusto y el olfato, el malestar se convierte en gripa y una semana después un hijo que había visitado a Octavio y María confirmó que era positivo para covid-19. Ellos también lo eran y detrás de sus resultados llegaron los de sus hijos, nietos, bisnietos, nueras, yernos y cuidadores. Contaron por lo menos 25 contagios. Y lo más grave la larga lista incluía a Nelcy, su medio pulmón y media tiroides, su hija Valentina y por supuesto su esposo Oscar, quien es hijo de Octavio y María.
Entre los 25 contagiados había niños desde los tres años hasta mujeres embarazadas. Las cosas empezaron a complicarse cuando a uno de ellos lo hospitalizan por una insuficiencia respiratoria. Parece difícil pensar que esa familia va a salir invicta. Dos días después es Nelcy, sus signos vitales empiezan a desplomarse. Tiene que ser hospitalizada inmediatamente. Con su condición, cada minuto cuenta y la ambulancia tarda una hora en llegar.
Octavio y María tienen días difíciles, fiebre, malestar, saturación baja. Poca respuesta de la EPS. A cambio, sus hijos que ya no los visitan porque cada uno está en su propia cuarentena, les envían un médico particular.
Y ahora estoy yo, en la portería de la Clínica Santa Fe, llorando y destrozada porque mi mayor temor se hizo realidad: mi mamá, que no tiene medio pulmón, ni media tiroides se contagió. Sí, mi mamá es Nelcy. Octavio y María son mis abuelitos. Los 25, son mi papá, hermana, tíos y primos. Yo, que no los veía desde hacía cuatro meses, solo vuelvo a encontrarme a mi mamá a la distancia cuando la bajan en una camilla, con oxígeno, y al lado de dos personas vestidas como astronautas. Lo único que quería era que ella alcanzara a verme. Quizá fuera la última vez. Pero no me vio.
Sólo hasta hoy tengo la fortaleza de hacer este relato ¿Por qué? Se los cuento en esta misma página el próximo miércoles. Les prometo algo: un final feliz y lleno de esperanza.