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Analistas 10/07/2024

Constituyente, ¿Para qué?

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Apenas en marzo el hoy Ministro del Interior decía que una Constituyente era inviable, una mala idea, inconveniente y por demás no tenía las mayorías para salir adelante. Aunque tres meses después nada ha cambiado, Cristo dice que es viable, que no es tan mala idea y que lo de las mayorías se puede resolver con un Acuerdo Nacional previo. Ya no sabemos si cambió de opinión, se arrepintió, se acomodó o si realmente, como él dice, siempre ha pensado igual y nos lo presentó diferente.

Aunque nos parece que hubo un cambio de posición, a larga la realidad es la misma, y acá suscribo al Cristo de hace tres meses, “la Constituyente es inconveniente”, entonces, ¿Para qué? La verdad, es que cada efecto es adverso:

1. Una campaña basada en la polarización. El primer efecto, el inevitable, y sobre el que ya estamos viendo las consecuencias, es que, aun sin llegar a la mitad de este gobierno, abrimos las puertas de la próxima campaña, todos empezarán a cabalgar sobre la idea de la Asamblea, a favor o en contra, pero siempre atravesando el mismo camino: el de la polarización y la radicalización.

2. Gobierno sin vocación de poder. Por si fuera poco, el actual gobierno queda paralizado y el próximo llegaría maniatado ¿Cómo va a justificar el presidente Petro la idea de sacar vía Congreso las ambiciosas reformas sociales si está pensando en cambiar todas las reglas del juego? Pero eso también condicionaría al gobierno entrante ¿Qué vocación de poder podría tener el nuevo presidente si al posesionarse no tiene claro el orden constitucional, el régimen político, el sistema social y el organigrama económico del país?

Una Asamblea constituyente se sabe cómo se empieza, pero no cómo termina

3. Los intereses de grupos armados. La Constituyente podría coincidir con el cierre de las mesas de diálogo entre el gobierno, el ELN y las disidencias, entonces ¿En manos de quién y qué intereses quedaría redactar la nueva Constitución?

4. Cualquiera puede cambiarlo todo. Si es que la Asamblea prospera, ¿Cuántos años pasarán para que llegue otro Presidente al que no le guste la nueva Constitución y quiera cambiarla? Mejor dicho, solo alentar la idea de convocarla envía el mensaje que, si un mandatario no logra tramitar sus proyectos vía Congreso, el camino será saltarse unas páginas para volver a cambiarlo todo. Y ojo que no se nos olvide que la Constitución actual es lo suficientemente flexible y noble, incluso para haber permitido 60 modificaciones en 33 años.

5. El fantasma de la reelección. Sí, cada uno de estos efectos solo se entiende en la sombrilla de la incertidumbre, por eso la mayor, aunque insistan en negarlo, es la reelección del actual gobierno o la posibilidad de ampliar el periodo. Ya lo han repetido muchas veces y es una verdad innegable: una Asamblea se sabe cómo se empieza, pero no cómo termina. Aunque mucho quisiéramos creerle al Presidente cuando dice que no le interesa quedarse en el poder, también nos había dicho que no le sonaba una Constituyente y que en la constitución del 91 estaban todas las herramientas para gobernar ¡Nada garantiza que no vuelva a cambiar de opinión!

Entonces no hay ni un para qué, ni un por qué. La del 91 es una Constitución garantista, pluralista y democrática que nos costó mucho y valoramos demasiado como para que todos renunciemos a ella por cuenta del capricho de unos pocos.

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