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Todos estamos de acuerdo que en Colombia, entre muchas cosas que funcionan, hay otras que necesitan ser rediseñadas y objeto de un profundo cambio. Nadie podría resistirse a transformaciones que beneficien a la mayoría y nos permitan estar cerca de índices más decentes de equidad y desarrollo. Pero los cambios no se pueden convertir en una absurda paradoja entre la reivindicación de derechos para algunos y el irrespeto y desdén contra el resto. Los cambios se necesitan, sí, pero, ¿cómo y a qué costo? Eso también importa.
Restablecer relaciones con Venezuela sí, pero no darle estatus democrático a un dictador montado en el poder a costa del hambre y la miseria de su pueblo.
Humanizar las Fuerzas Armadas sí, pero no quitarle el respaldo jurídico a nuestros uniformados, bajarles la moral y llenarlos de temores para combatir el crimen.
Diálogos con el ELN sí, pero no impunidad ni condiciones especiales más allá del marco jurídico pactado con las Farc.
Negociaciones con el Clan del Golfo para un sometimiento colectivo sí, pero no silencios que permitan alevosía y superioridad militar para asesinar policías. Paz total sí, pero no pactos con narcotraficantes. Rechazo y condena a los falsos positivos que son atrocidades ilegítimas sí, pero no el desconocimiento a miles de hombres que hacen su trabajo con devoción y sacrificio.
Cumplimento del acuerdo de paz para los reincorporados sí, pero no irrespeto a las garantías de verdad, justicia y reparación de las víctimas.
La verdad del conflicto contada a nuestros estudiantes para sensibilizar sobre la guerra sí, pero no una historia contada a medias, con sesgos y adoctrinamientos.
Reforma agraria sí, pero no un ataque a los ganaderos que trabajan legítimamente abiertos a transformaciones en aras de la sostenibilidad ambiental.
Democratización de la tierra sí, pero no al costo de derechos adquiridos de miles de tenedores legales y de buena fe.
Reconocer principios ancestrales de comunidades indígenas sí, pero no por encima de la soberanía y el control territorial de la Fuerza Pública.
Impulsar la producción interna sí, pero no subir aranceles a importaciones que en muchos casos son la base de pequeños productores nacionales.
Empoderar a los jóvenes, escuchar y tramitar sus reclamos sí, pero no la validación del vandalismo y la complicidad de la rebeldía destructora materializada en la Primera Línea.
Ajustar el proceso de las EPS para una salud dignificante sí, pero no acabar con un sistema que alcanza un 95% de cobertura.
Garantizar una mesada pensional para adultos mayores que no pudieron cotizar sí, pero no la disposición arbitraria del ahorro de millones trabajadores. Promover un estado de vida consciente y saludable sí, pero no con impuestos a productos de la canasta familiar golpeando el bolsillo de las familias.
Mayorías en el Congreso para garantizar una gobernabilidad sí, pero no aplanadoras que anulen los derechos y la voz de los opositores.
Reconfigurar la lista de elección a Contralor acatando fallos judiciales sí, pero no mañas y marrullería para poner funcionarios de bolsillo.