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Analistas 15/05/2024

La Guajira con sed

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Y mientras tanto en La Guajira siguen con sed, en La Mojana se ahogan con inundaciones, en tiempos de sequías se nos quemarán los bosques y en los inviernos se caerán montañas. No importa lo que pase en Colombia, siempre miles de personas morirán en una tragedia que “pudo haberse evitado”; lo que podría ser una lección repentina para prepararnos, ha sido un castigo repetitivo para condenarnos. Lo peor de todo es que están los recursos, los manuales, los funcionarios, las oficinas, los operarios; lo hay todo pero, no se hace nada.

La Ungrd tiene un presupuesto solo comparable al de otros ministerios, una burocracia nacional y regional excesiva a la luz de los resultados y, contrario a lo que se pensaría de una entidad con todo este andamiaje, controles tan mínimos como para mantenerse a la sombra de cualquier escrutinio. La fórmula perfecta para que la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo y Prevención de Desastres sea toda una catástrofe de corrupción.

La entidad, que debería estar al servicio de comunidades vulnerables, ha sido utilizada apenas como caja menor de políticos avaros que llenan sus bolsillos de dinero mientras le dan la espalda a las tragedias del país.

Sí, es el escándalo más grande de corrupción porque aunque todavía no terminamos de contar la plata perdida, o las “personalidades” sin conciencia involucradas, sí podemos contar los desastres naturales, las muertes, las inundaciones, los deslizamientos, los incendios, los puentes caídos, las carreteras desaparecidas por un alud, las crecientes que borraron pueblos; podemos contar las vidas perdidas, los muertos enterrados, las familias sin casa, los campesinos sin cosecha, o los niños con sed. Siempre supimos que esperar en cada verano o en cada invierno, pero ahora entendemos por qué.

Los recursos no se han utilizado efectivamente para levantar mapas de riesgo, hacer las obras de prevención, estudiar suelos, geografía, topografía, fallas geológicas, reconstruir carreteras, reforzar talanqueras, reencauzar ríos, reubicar viviendas.

Y este es el colmo: aunque todo el mundo sabía que las lluvias volverían en abril, ¡todo el mundo!, llegamos a mayo y las obras del jarillón de La Mojana apenas avanzaron en 40%. Por supuesto todo derivó en una tragedia que hoy tiene a más de 40.000 personas damnificadas, ¡otra vez! Pero, ¿por qué la obra no estaba en 100%? Es ridículo pensar que de una tragedia que se repite cada año no hayamos aprendido la lección para tomar las medidas adecuadas y oportunas.

Hasta hoy la respuesta era de entidades ineficientes, negligentes, a lo mejor indolentes, pero lo que hay detrás es pura y física corrupción. No lo duden, las obras de La Mojana llegaron a 40% porque el dinero de 60% restante se fue en coimas a contratistas, comisiones a funcionarios o en esa transacción mas compleja que paga el chantaje de un congresista a cambio de un voto.

No sé si sea hora de cerrar esa entidad, pero, y ya que están tan de moda, por lo menos intervenirla y hacerle una profunda reingeniería, empezar, por ejemplo, con la publicación de los contratos en Secop, entendemos que sea una contratación de emergencia y sin licitación, pero la veeduría ciudadana en algo ayuda. Lo que no puede seguir es esa burda arquitectura que solo mantiene el status quo de la mortal corrupción.

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