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Lo volvieron a hacer, el Congreso que no aprendió a leer la opinión pública, que no ha entendido que es la entidad más desprestigiada, la que más desconfianza genera, la que los colombianos asocian directamente a la corrupción y la de los salarios más inmerecidos, todavía no se sintoniza con la realidad del país, va de capoteada en capoteada y ahora se fue de semana de receso.
Sí, ¡los congresistas se fueron a descansar! porque no les es suficiente los cuatro meses que tienen de vacaciones: del 16 de diciembre hasta el 16 de marzo y del 20 de junio hasta el 20 de julio. Y como si las cuentas les dieran a su favor, de los siete días que tiene la semana, ellos solo sesionan dos, a lo sumo tres. Ahora sí, resten y dividan esos 32 millones 700 mil pesos que ganan los honorables congresistas al mes.
Que, ¿por qué se fueron a semana de receso? Busqué respuestas, presumí de la buena fe, pero no hay congresistas - por lo menos de los que referencio en esta columna- hechos sin la excusa debajo del brazo. Las explicaciones son tan variopintas que me generaron entre risa, rabia y algo de pesar. Los que no tienen poder de decisión la tienen fácil porque nadie los citó y ellos están para acatar el orden del día. Salieron por sustracción de materia y no iban a desaprovechar ocho días de no trabajo.
Los de las mesas directivas que son quienes deciden las agendas salieron con la respuesta salomónica: “casualmente esta semana no hay proyectos que discutir” ¡Hágame el favor! Entonces, ¿como no hay nada que hacer no van a trabajar? ¿Cuántos colombianos con ese privilegio? Si tan poco trabajo tienen que pueden incluso tomarse una semana de receso, adicional a los cuatro meses de vacaciones, que bueno sería que, o les pagaran por sesión, o les bajaran el sueldo, o les redujeran sus periodos.
Claro que eso de que no hay nada que discutir es una mentira más. En la agenda de la plenaria quedaron 20 proyectos pendientes para segundo debate, eso sin mencionar la ley del presupuesto general que en los cálculos del Gobierno estaría aprobada antes del viernes.
Los congresistas, a quienes les faltó pudor para sonrojarse al tomarse la semana de receso, también les sobró cara para inventarse un proyecto de bonificaciones, porque están como la pobre viejecita, sin nadita que comer, solo una modesta prima de servicios por $10 millones y una discreta asignación de gastos de representación por $14 millones. Son esos mismos congresistas los que tienen engavetado el proyecto del representante Gabriel Santos para reducir las vacaciones, una iniciativa que, vaya paradoja, se podría hundir porque no van a alcanzar los días para discutirla. Es que, a los señores, a los que les sobra el tiempo para salir a descansar, no les alcanza el mismo tiempo para trabajar.
Claro, habrá que ver cómo organizan las prioridades allá en el Capitolio; a esa iniciativa del representante Santos, que desde hace meses navega contra corriente, le ganó un proyecto “urgentísimo”: el que instituye las cabalgatas como una actividad económica, recreativa y cultural.
Y habrá que decirlo, no son todos. Hay congresistas de cada partido que trabajan, son autocríticos y están tanto o más indignados que usted y que yo. Lástima que, como dicen por ahí, “una sola golondrina no hace verano”.