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Tengo en mis manos la libertad condicional que le otorgó la JEP a Gerardo Aguilar, alias “César” el pasado 12 de diciembre. ¿Cuál “César”? Preguntarán algunos de mis lectores millennials. Pues el mismo que tenía a los 15 secuestrados de la operación Jaque. Un hombre clave en la época, de las tomas guerrilleras, los secuestros masivos y los atentados terroristas de las Farc.
“César” además fue el responsable de la toma de Mitú, una de las más sangrientas, y por la que fue condenado a 40 años de cárcel. Por eso, decidí contarle la noticia al general Luis Mendieta. Él era el comandante de la estación de Mitú en 1998, duró 12 años secuestrado. Me habla con incredulidad y lanza esta pregunta ¿Cómo puede ser posible si “César” está extraditado y condenado a 27 años de prisión en Estados Unidos?
Esa es la verdadera paradoja: ¿por qué la JEP le da el beneficio de libertad condicional a “César”? Y no es que él la merezca menos que otros exguerrilleros, que ya están libres, amnistiados o incluso con curules. El problema es que, si aún está en Estados Unidos, ¿cómo aportará a la justicia, a la reparación de las víctimas y, sobre todo, a la verdad?
Por lo menos con un poco verdad, personas como el general Mendieta, que sufrieron todo tipo de vejámenes y estuvieron a punto de morir en cautiverio, podrían empezar a sentir que ellos, las víctimas, sí están en el centro del acuerdo, como alguna vez se los prometieron.
En la toma de Mitú comandada por Gerardo Aguilar, fueron secuestrados 61 policías, murieron 42 personas entre civiles y uniformados, siete nunca pudieron ser identificados porque sus cuerpos se volvieron átomos en medio del bombardeo con armas hechizas, y dos nunca regresaron del cautiverio: el mayor Julián Guevara quien murió enfermo en medio del rigor del secuestro y el intendente Luis Peña, de quien, entre versiones confusas, se sabe que fue fusilado y enterrado en algún lugar de la selva, ¿dónde están sus restos? ¡Esa sería una buena pregunta para hacerle a alias “César”!
El exguerrillero también fue el carcelero de los secuestrados de “más alto valor” que tenían las Farc, incluida Ingrid Betancourt. Cada madrugada pasaba revista para ver cómo estaba su botín de guerra. No precisamente verificando si había pasado buena noche. Su desvelo era que no pretendiera escaparse, sino el trato sería más cruel, como bien lo cuenta ella en la carta que envió a la JEP: “Mis intentos de fuga los obligaron a encadenarme y a someterme a otros castigos”.
Regresando a mi conversación con el General, él tampoco espera que les nieguen la libertad a sus verdugos, esa realidad ya la asimiló. Pero se cae de su propio peso que se la den a alguien que está en Estados Unidos. Las víctimas quieren ver a sus victimarios a los ojos y preguntarles “por qué”. También mirándolos a los ojos están dispuestos a perdonar y dar las gracias por la verdad.
P.D. El carcelero durante años del general Mendieta fue Julián Conrado, hoy alcalde de Turbaco. El oficial, a quien el sistema le dio un portazo cuando intentó crear un partido para lanzarse al Congreso, se pregunta frecuentemente, ¿por qué este proceso le ha dado tanto a sus victimarios y le ha devuelto tan poco a las víctimas? Y lo dice Ingrid en su carta “perdón no es olvido. Tampoco es impunidad”.