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¿Que las periodistas en el país somos las muñecas de la mafia? Cuando creíamos que lo habíamos resistido todo en el sistemático ataque a la libertad de expresión tras la odiosa comparación entre la prensa y el Mosad, el Presidente nos sorprende de nuevo con otro descalificativo que agudiza la discriminación, cosifica a las mujeres, nos etiqueta de la forma más ruin y profundiza el estigma de que nuestros logros son inmerecidos: no fruto del trabajo y la disciplina, sino de un orden social donde todo se lo debemos a un hombre.
¿Cuánto irrespeto, desconsideración y resentimiento hay en ese señalamiento? Es producto de la megalomanía de una persona que no resiste el más mínimo escrutinio y menos si viene de una mujer. Es muchas cosas, pero sobre todo misoginia, porque, además, de los miles de periodistas, en femenino y en masculino que hay en el país, en aquel mundo distorsionado del machismo, la mujer es el eslabón más débil.
Y como si no pudiera ser más paradójico, el Presidente nos dice “muñecas de la mafia” en el mismo discurso melancólico donde lamenta que su hija menor tuviera que salir del país por el acoso y los ataque de otras personas. Pero Presidente, ¿se ha dado cuenta que usted es igual a los victimarios de Antonella?
Ataca y etiqueta como instrumentos del narcotráfico a mujeres que tenemos una familia, que tenemos hijos e hijas ¿Qué le diré yo a mi hija sobre mi profesión? ¿Que pese a cada sacrificio madrugada, trasnochada, agobio, largas horas de trabajo y duros años de estudio, el hombre más poderoso del país me considera una cosa al servicio de criminales? Y lo peor, no hay ni un rastro de arrepentimiento, es que en vez de sentir vergüenza, el mandatario se reafirma en lo dicho y se enorgullece de ello, tanto, que ordena repetir su discurso, dos días después, en formato de alocución nacional.
Momento de reclamar por el silencio de esas mujeres de izquierda que se dicen activistas de género
Y sí, debo confesar que al principio sentí mucha tristeza y desazón. Yo, como muchas otras de mis colegas, soy una periodista con vocación, que se levanta cada día a trabajar a las 3 de la mañana para ejercer su este oficio con dignidad, honestidad y rigurosidad ¡No merecemos, tanto desprecio! Por fortuna, la realidad es que esas palabras no nos definen y hablan más de las carencias y vacíos de quien las pronuncia, alguien que vive en la paranoia y el prejuicio.
¿Se podría esperar más de un gobierno que nombra como gerente del sistema de medios públicos a alguien acusado de acoso y abuso; o que sostiene en una embajada a una persona con graves denuncias por maltrato intrafamiliar? ¿O es solo otro capítulo del memorial de agravios que empezó en campaña con las ofensivas palabras de Verónica Alcocer quien dijo que “a todas les va bien, porque comienzan de reporteras y terminan casándose con uno de los dueños”? Momento de reclamar también por el silencio de esas mujeres de izquierda que se dicen activistas por los derechos de género pero callan ante estos insultos; pocas defendiendo a las periodistas y muchas, incluso con su silencio, validando el odio y el estigma.
Así que no Presidente, no somos “las muñecas de la mafia”, ni somos un objeto, ni somos de nadie. En nombre de tantas colegas y en nombre de mi hija, a quien debo honrar incluso desde mi profesión, le exijo respeto, consideración y honor por las mujeres periodistas”.