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Aún en medio de todo el escándalo, con la historia partida en la mitad, sin decisiones judiciales concluyentes, con más pruebas acusatorias que absolutorias y con la certeza de qué hubo faltas éticas, disciplinarias y quizá penales, creo que Laura Sarabia es una víctima, ¿de qué? Seguro no concuerda conmigo, pero tómese un minuto para leerme y permitirse pensar diferente. Ella, que fue una alumna aplicada de la Universidad Militar, con notas destacadas y prácticas en el Ministerio de Defensa, tuvo dificultad para emplearse así que terminó como voluntaria en el Partido de la U -cuando todavía era un partido uribista-, allí un congresista en ascenso vio su potencial y le ofreció lo que necesitaba: un trabajo. Ese político que se codeaba con todo el poder y parecía manejar la agenda del país es el hoy desfigurado y malogrado Armando Benedetti. La puso a trabajar a su lado, o más bien, detrás de él. Mientras Sarabia, su disciplina y lealtad estuvieran a la sombra, Benedetti y su ambición, brillarían. A Sarabia, con quien aclaró no tengo ninguna amistad o afinidad, la conocí cuando, en campaña, ella manejaba la agenda del candidato Petro. Estaba a punto de dar a luz. Me pareció admirable su capacidad de trabajo. Siempre tranquila, sin ninguna ínfula, respetuosa, diligente y todavía más prudente, incluso callaba frente a comentarios fuera de tono que a Benedetti se le zafaban. Yo, que sé lo difícil que son esos últimos días de embarazo le pregunté cómo se sentía y cómo haría con la licencia de maternidad; Benedetti, allí presente, muy hábil se tomó la palabra y contestó: “no se la va tomar, le espera algo mejor en el gobierno”, ella sonrió sin atisbo de arrogancia y mas bien con incredulidad un gesto que contrastaba con la seguridad y soberbia que reflejaba Benedetti. Ahí supe que tendría un cargo importante, aunque no imaginé que en ese rango de mando, estaría por encima de su exjefe, algo que, lejos de empoderarla, la volvería vulnerable… le quitaría la presa al lobo.
Con todo eso en su haber es difícil verla en un cargo público tan importante
Sí, Sarabia es víctima de Benedetti, porque las circunstancias la obligaron a trabajar con él y a guardarle lealtad a un hombre del que se desconocen sus límites, que está lleno de problemas y secretos y que al verla crecer más allá de la burbuja que él construyó intentó aplastarla con su soberbia.
Ese fue él pecado de Sarabia, por lo menos el primero: salir del círculo protector u opresor. Por si fuera poco en la Casa de Nariño Sarabia sí pudo brillar, es más su nuevo jefe, el Presidente, le puso todos los reflectores.
Dicho todo eso, esta no es una columna de defensa, al contrario, en ese episodio del polígrafo a Marelbys Meza hay un evidente abuso de poder, maltrato emocional y agresión sicológica. Sarabia, sin condenarla o absolverla, debe explicar porque sometió a una mujer humilde a ese procedimiento que más parece un acto de terror mental, de dónde provenía y cuánto era en realidad el dinero del maletín y qué tanto sabe, cómo se sugiere en algunos audios, del ingreso de plata ilícita a la campaña. Con todo eso en su haber es difícil verla en un cargo público tan importante como la dirección del DPS, no genera la confianza necesaria y su gestión se desvanecerá en las constantes acusaciones, citaciones judiciales y la otra mitad de la verdad que aún nos falta por conocer.