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Hoy, cuando en muchos lugares del país nos miramos a la cara y podemos ver la sonrisa del otro en medio de la certidumbre de que estamos superando la pandemia, es hora de ponerse la coraza y reflexionar sobre esas cosas inútiles y hasta ridículas que nos obligaron a hacer. No se trata señalarlas como errores, estamos claros en que el covid nos llenó de miedos e inquietudes y que en esa batalla todos estábamos aprendiendo a pelear, pero es, cuando menos, para dejar una constancia histórica que nos haga pensarlo dos veces a la hora repetir estas prácticas si es que, como muchos ya se lanzaron a decirlo, llegara otra pandemia similar a la del covid-19.
Acá nos movemos entre la paranoia y el hastío, por eso, lo que a mí me parece una exageración, para muchos de ustedes será insuficiente y de eso también se trata esta columna, de generar una discusión.
Entonces arranquemos. Hay medidas que al principio parecían novedosas en medio del afán por saciar la ansiedad de esterilizarlo todo. Con esa excusa inventaron los tapetes sanitizantes para limpiar hasta la suela de los zapatos, los túneles de desinfección, que era algo así como fumigar personas, o los compresores para desinfectar desde carteras hasta llantas de carro ¿Qué tal la recomendación de estar tomando agua? Y si usted, como yo, es de esos que se quitó la ropa al llegar a casa, la metió a la lavadora y salió corriendo a la ducha, ríase junto a los que no dejaron entrar el mercado sin que hubiera pasado por el respectivo proceso de desinfección. También lo recibimos en este club si fue de los que convivió con su familia con tapabocas puesto aunque ninguno tenía síntomas de gripa, de los que durmió en cuarto separado o evitó las relaciones sexuales.
Es que nos privaron de cualquier tipo de vida. Prohibieron el regreso al país de los colombianos como si se tratara de restar problemas. Cerraron fronteras entre ciudades, es decir una persona que tenía una casa en otra región no podía ir aunque viajara en su propio carro y con su núcleo familiar. Al principio nadie podía caminar en la calle aunque no hubiera un alma más en un kilómetro a la redonda, si hacía ejercicio una hora y un minuto lo multaban y a los niños que fueran al parque los castigaban.
Otras medidas fueron arbitrarias. Por ejemplo cremar a quienes murieron por covid. Eso significó que el Estado tomó la decisión por miles de familias sobre cómo llevar el duelo ¡Egoísta, injusto y cruel! Ni que decir de los que aislaron obligatoriamente por cualquier síntoma y murieron sin ver a sus familiares para luego comprobarse que fue un aislamiento innecesario e infame porque no tenían covid.
Ahora pasemos a esas medidas en los establecimientos de comercio: vanas y fútiles como el pico y cédula o el tamizaje y perjudiciales y caprichosas como la cuarentena. De todas, esta última fue la peor. El cierre obligatorio de miles de tiendas, mercados, restaurantes y almacenes, trajo pérdidas incalculables en puestos de trabajo, empresas y emprendedores, muchos todavía no se recuperan y algunos nunca lo harán.
Y ya para cerrar una pregunta tan trivial como trascendental ¿Hasta cuando el menú digital en los restaurantes?
Esta es mi lista, quizá ustedes tendrán algo más que agregar o todo por eliminar, que se abra la discusión antes de la próxima pandemia.