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Analistas 10/03/2021

No a la tributaria

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

No hay calle en el país que se salve. Para donde quiera que mire hay un aviso en letras rojas sobre fondo blanco de “se arrienda” o “se vende”. Panaderías, misceláneas, bares, ferreterías, restaurantes, oficinas, bodegas. Es el síntoma más evidente de que muchos no sobrevivieron a la pandemia. Ya se nos hizo parte del paisaje y nos acostumbramos a caminar entre los fantasmas. Ya ni siquiera nos sonrojamos cuando escuchamos la cifra de que 509.000 micronegocios cerrados o 4,1 millones de desempleados.

Por eso quiero ponerle un rostro a esta tragedia: él se llama Juan Pablo, es ingeniero civil. Hace un año y medio dejó su trabajo y decidió ser independiente. Invirtió todos sus ahorros junto a otros tres amigos para montar un bar. Cada uno puso $20 millones. Remodelaron y adecuaron el sitio y terminaron por abrir en diciembre de 2019. El plan financiero les daba para que a finales de 2020 ya empezaran a recibir ganancias y por eso había proyectado casarse con su novia el diciembre que pasó. Pero la vida le dio tres vueltas. Su negocio, que apenas empezaba a tener clientes, tuvo que cerrar.

Uno de sus socios murió por covid-19 y entre los tres restantes tuvieron que asumir todas las deudas. Juan Pablo entregó el apartamento donde vivía. Cayo en depresión, le terminó a su novia y rompió el compromiso porque sentía que no podía con una cosa más que manejar en su vida. Ya sin esperanza entregó el local donde había plantado los sueños de los próximos años, tiene más deudas que cuando empezó, y con sus socios, que antes eran sus amigos, ahora se ven con desconfianza porque, aunque la culpable de sus males es una pandemia, siempre hay algo de que responsabilizar al que está más cerca.

El mismo Juan Pablo lo dice: “está en la inmunda”. De seguro habrá historias más difíciles, pero esta es la que yo me encontré, ahora multiplíquenla por 509.000. Y no se crean que los que están por fuera de ese medio millón de negocios que cerraron están bien. No. Ellos también rasguñan presupuestos cada día para poder sobrevivir.

¿Qué tanto conocerá esta realidad el Ministro de Hacienda quien insiste en la reforma tributaria? Es cierto que, así como los bolsillos de los colombianos se quedaron vacíos, la cartera de la nación está en saldo rojo. Pero podrían inventarse una fórmula más creativa que la reforma tributaria ¿por qué la solución tiene que ser la misma: meter la mano al bolsillo roto de los colombianos? Les anticipo una cosa, allí ya no queda mucho por sacar. Si aumentan impuestos, se bajará el consumo, se cerrarán empresas, aumentará el desempleo, y un desempleado para su información señor Ministro, no alcanza ni a declarar renta.

No puede pagar más impuestos que los básicos. Por ejemplo, Juan Pablo, ahora vive con sus papás -un apartamento más que está en arriendo, no paga servicios públicos, internet o televisión por cable-, vendió su carro - no paga impuesto de rodamiento, Soat o seguro contra todo-, renunció a la medicina prepagada y por si fuera poco ahora esta reportado en Datacrédito. Los quebrados, quebrados están y es miserable seguir hasta asfixiarlos. Los que resisten con dificultad, señor Ministro, van a sucumbir y unos pocos que sobrevivan, créame tendrán que recurrir a la evasión, porque con este “Estado rapiña”, solo les dan dos opciones morir o sobrevivir.

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