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No, no es el Presidente. Lo que sea Colombia o en lo que se convierta en los próximos años es lo que sea usted como parte de la sociedad, lo que haga la oposición, la puerta de salida y de contención que sea el Congreso, el papel que asuman los medios y el rol activo o pasivo que jueguen los ministros.
Si cada uno de esos actores hace lo que le corresponde con honestidad y pensando en construir país sobre lo construido, estaremos a las puertas del cambio que necesitamos todos. No un cambio abrumador, indeseado, que deje excluidos, sino un cambio en equidad, que de oportunidades y permita efectivamente cerrar brechas.
Empecemos por el papel del legislativo. El Congreso que fácilmente se ha entregado al nuevo gobierno debe servir de modulador o talanquera de políticas que pueden ir en desmedro del país. Ya sabemos que los senadores y representantes ceden fácilmente ante acuerdos y ofrecimientos por debajo de la mesa y que la línea de sus principios se desliza suavemente cuando la empuja el ofrecimiento de cuotas burocráticas. Sin embargo, sería bueno que los congresistas, incluso aquellos que piensan convertirse en aliados del gobierno, se sienten a hacer debates sensatos sobre las propuestas y los planes de la siguiente administración, si es que son buenas para el país, aterrizarlas y sacarlas adelante, pero sino no lo son, tener la cara de oponerse y pensar en un bien superior.
La oposición también tiene una inmensa responsabilidad. No deberá tomarse literalmente su rol y ser el palo en la rueda de lo que se presente. Si se trata de un proyecto en beneficio de todos, su tarea será apostarle sin perder la esencia. Por supuesto, su fin máximo será ejercer control al gobierno sin caer en mentiras o irrespeto, su voz, por representar la de millones de colombianos, no puede perderse en un antagonismo irracional.
Ahora hablemos de los ministros. Aunque la baraja completa del gabinete está por completarse, lo cierto es que muchos de los ya designados han sido activistas, comentaristas y opinadores entre exitosos y desaforados, han asumido posiciones desde la trinchera, militantes y a veces en réplica o generación de contenidos falsos. Su papel ahora es ser menos de todo eso, menos activistas, menos militantes y más funcionarios responsables. Deben ponderar sus afirmaciones y entender la dignidad de su investidura. Deberán expresarse con mayor rigor y responsabilidad y medir el efecto de esos 280 caracteres. Es hora de entender que pasaron de ser opinadores a fuentes de información.
Y finalmente nuestro desafío como medios de comunicación. Los periodistas tendremos que seguir haciendo la tarea: informar, investigar y ser contrapoder. Hacerlo ahora parece más retador pues nos enfrentamos a un gobierno que nos mira con prevención y quizá enemistad. Varios de los que asumirán como funcionarios parecen no entender lo valioso de la libertad de prensa. Nuestra tarea será sortear esa campaña de desprestigio que nace en las bodegas de Twitter y es validada por quienes van a ocupar cargos en el ejecutivo. A cada uno le recae una responsabilidad y es clave entenderla para que el país no se desborde en medio de las campanas del cambio. No todo lo malo que pase será responsabilidad del nuevo presidente, pero lo bueno sí será responsabilidad de todos.