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Es penoso, triste y alarmante: volvieron “las chuzadas” al país. La gran paradoja es que estemos repasando este oscuro capítulo justo en el gobierno de Gustavo Petro, el hombre que siendo jefe de la oposición fue perseguido, perfilado e interceptado. Los titulares son los mismos: “seguimientos a magistrados”, un círculo vicioso que me recuerda cómo en su momento el hoy ministro de Defensa, Iván Velásquez, siendo magistrado auxiliar, fue la cara más considerada de las chuzadas ilegales.
Y sí, aunque lo nieguen, aunque no se encuentre la prueba reina o la oculten bajo el velo de gastos reservados o información de seguridad nacional, sí se están haciendo seguimientos a congresistas, opositores, abogados, periodistas e, incluso, funcionarios de los órganos de control.
Lo niegan, pero se delatan en un detalle tan simple como la afirmación del senador Inti Asprilla en el debate de control político al Director del DNI. Asprilla, luciendo muy audaz, aseguró que la información presentada por David Luna, citante del debate, fue preparada por el exfiscal Néstor Humberto Martínez. Una declaración quizá ligera y a lo sumo imprudente, pero que deja huella, justamente, de esos seguimientos ¿Cómo podría él saber de un encuentro que se manejó bajo absoluta confidencialidad y del que hasta ese momento solo tenían conocimiento los dos participantes: Luna y Martínez?
Información extraoficial que logré recopilar de varias fuentes apuntaría a que organismos de inteligencia habrían adquirido dos aparatos de fabricación china, uno alemán y un sofisticado sistema israelí para la interceptación. Este último, denominado “Pegasus” y desarrollado por la empresa NSO, es un software que solo se vende a gobiernos y que dice estar diseñado para combatir amenazas externas, sin embargo, la carencia de controles ha desbordado los límites del ciberespionaje.
Ojo porque la gran revolución de “Pegasus” es que no necesita ninguna interacción con el usuario que se va a interceptar, simplemente con el envío de un correo electrónico, un mensaje de texto o un chat, el programa puede tomar control del dispositivo.
Una vez instalado, “el espía” tiene acceso a las aplicaciones, comunicaciones, historial de descargas, mensajes, imágenes y documentos pero además, activar la cámara o el micrófono para utilizarlo a discreción y hacer un seguimiento de audio y video en tiempo real.
Si no se logra la interceptación por ese medio, “Pegasus” también puede ser introducido a través de un aparato de transmisión situado cerca a la persona. Es ahí donde llegan las versiones de que para operar el sistema se estarían alquilando apartamentos cercanos a los “perseguidos” o incluso parqueando vehículos alrededor de lugares de trabajo y residencia.
Eso mismo permitiría que no haya rastro de las chuzadas: los aparatos y el software claramente no se operan desde alguna sede oficial, unidad militar o policial.
¿Qué tanto de esto es real? Son por los menos las conclusiones de las sospechas, los temores y las investigaciones propias de quienes saben están perseguidos, y hasta tanto haya una verdad judicial será su versión contra la negación del gobierno. Así que Fiscal, este es un llamado para usted, llegué hasta el fondo, escuche, actúe y proceda, es el mejor momento para demostrar la tan pregonada independencia.