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Analistas 28/09/2022

Oxígeno a Maduro

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Por alguna extraña razón, las personas tenemos la dañina manía de recordar la historia cómo nos convenga -y me incluyo, porque sin quererlo he caído en ese error- leer, no lo que dicen las cosas, sino lo que queremos oír, e interpretar, no lo que significan los hechos, sino lo que queremos entender. En esa obsesión por reescribir lo qué pasó veo que muchos, sobre todo funcionarios del gobierno y dirigentes de la coalición, han salido raudos a culpar al expresidente Duque de todo lo que ha pasado y dejó de pasar en las relaciones con Venezuela. Eso, porque ideológicamente es lo que más encaja a la versión imaginaria de alinear todo entre derecha e izquierda.

Olvidamos que la frontera la mandó a cerrar el mismísimo Nicolás Maduro en medio de un estado de excepción; que fue un hecho doloroso, absurdo y humillante para decenas de colombianos que vieron como marcaban y derribaban sus casas; que el despliegue militar, en un acto de infinita hostilidad, lo ordenaron desde Venezuela; que en ese entonces nada tuvo que ver Duque pues él ni siquiera estaba pensando en ser presidente, y que quien estaba al frente era Juan Manuel Santos, apenas en su primer año de gobierno.

Entonces, la culpa no es de Duque, ni de Uribe, y menos de Santos aunque cronológicamente el rompimiento de relaciones coincide con su periodo. El responsable de todo con nombre y apellido es Nicolás Maduro ¿por qué ahora buscan lavarle la cara a un dictador? Vía la apertura total de la frontera no se puede validar un régimen.

Ahora bien, el consenso también nos lleva a pensar que el cerco diplomático se desgastó y no funcionó, que desatender políticamente el desgreño en la región no era el camino y que cerrarnos a las relaciones diplomáticas no le sirvió a Venezuela y menos a Colombia. Anular esos canales de comunicación, terminó por abrirle espacio a economías ilegales y asfixiar la frontera ya golpeada humanitariamente con la migración y la pandemia. Pero una cosa es restablecer relaciones y otra darle oxígeno a Maduro. El presidente Petro tendrá que entender que si bien ambos países, Colombia y Venezuela, son del eje de la izquierda latinoamericana, él llegó en democracia y Maduro se saltó todas las instituciones. Al acercarse tendrá que marcar distancia. El régimen sin asomo de vergüenza aprovechará el más mínimo espacio para tomarse confianza y limpiar su imagen.

Lo hizo con el vistoso recibimiento que le hizo a Benedetti, el embajador, en la entrega de credenciales y lo volvió a hacer cuando propició un encuentro televisado entre los ministros de Defensa, Iván Velásquez y Vladimir Padrino ¿Qué mensaje deja ese apretón de manos? ¿El exmagistrado reconocido en el mundo por su lucha contra la corrupción, quién en Colombia encabezó una purga en las Fuerzas Armadas hasta por la más invisible tacha, se sentó al lado de uno de los señalados por el cartel de los soles, por quien el Departamento de Estado ofrece una recompensa de US$10 millones? ¿Qué tantos principios se tacharon en esta transacción diplomática?

El régimen además viene de ser cargado con el más reciente informe de la ONU que lo acusa de crímenes de lesa humanidad y de “orquestar un plan para reprimir la oposición”. ¿Es con ellos que restablecemos relaciones? Sí, esta bien, pero dejémoslo ahí, no es necesario tanto show.

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