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Analistas 15/03/2023

Sin tetas hay paraíso

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Y con tetas también. La felicidad, la capacidad y el éxito de una mujer por fortuna cada vez dependen menos del 90-60-90. Nuestra verdadera condena está muy lejos de esas medidas. Esta es una columna en la que decidí salirme de los temas de la agenda política para hablar de esa polémica generada por los comentarios de Carolina Cruz frente a las mujeres que se explantaron las prótesis por razones de salud; y no, tampoco serán unas líneas que sirvan como parlante a las críticas o el linchamiento público.

De hecho tengo que arrancar por decir que sólo veo oportunismo absurdo entre quienes han utilizado las palabras de la presentadora para hacerse virales y posicionar sus propios contenidos; se montan en la tendencia y patrocinan el odio, desviando el tema, quitándole todo el rigor científico y humano, para banalizarlo y reescribir un perfil alrededor de lo que supuestamente es una persona.

La historia se ha ido por las ramas, se centraron en evaluar, calificar, interpretar y juzgar cada palabra hasta el punto de rotularla como “ ignorante, ridícula, odiosa, antipática y superficial” y, sin darse cuenta, se convierten en un personaje peor que el que ellos mismos fabricaron y ahora critican. Reclaman por la falta de empatía, pero la de ellos es infinitamente mayor.

Tampoco intento justificar lo que ella ha dicho, no fue correcto calificar como una moda la explantación ocasionada por el síndrome de Asia, cuando lo que sí realmente sigue siendo una “moda” es implantarse. Pero esas conclusiones crueles frente a un comentario confuso, lo único que hacen es desviar el tema y crear una cortina de humo para que la gente se quede en la superficie hablando a costillas del nombre de una famosa y no profundice en lo realmente importante: la salud física y mental de la mujer.

Las mujeres a las que tanto se les exige, porque ahora tienen que ser mamás, ejecutivas, emprendedoras, estudiar, trabajar, dirigir la casa, dar resultados en la compañía y por si fuera poco se les exige estar “lindas”, bien presentadas y tener una vida casi perfecta para exhibir en las redes sociales.

Sí, el mundo cada vez tiene más expectativas sobre las mujeres, la presión es infinita, y en vez de producirse solidaridad lo que hay es desprecio, indiferencia, egoísmo y envidia; lo más triste es que 80% de esos juicios inclementes vinieron justamente de otras mujeres.

Parece como si fuera más fácil para nosotras ver los errores de las demás que sus aciertos; nos demoramos un segundo construyendo el monstruo que no existe, en vez de tomarnos dos minutos para descubrir el ser humano que hay detrás.

Nos degradamos y ahora fungimos como nuestras propias victimarias. Definitivamente la condena de las mujeres no son sus curvas, no es estar cerca o lejos del 90-60-90, no es ni la extrema delgadez, ni la perfecta voluptuosidad; la condena de las mujeres es la lengua, la misma que nos reviste de antipatía frente a las demás y solo nos deja calzar nuestros propios zapatos.

La lengua que se vuelve tan peligrosa y venenosa cuando tenemos al frente a otra mujer cometiendo un error; la lengua que convierte a nuestra amiga, colega, compañera o conocida en una simple presa del linchamiento público del que fácilmente nos hacemos parte.

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