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Analistas 11/08/2021

Víctimas sin curul

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Bien dijo Íngrid Betancourt que el secuestro es un asesinato. Pasar años en cautiverio es como morir cada día mientras la vida se pierde en la crueldad de los captores. Ella fue asesinada todos los días durante seis años. Y qué decir del general Luis Mendieta, casi se va en una de esas largas e inhumanas caminatas, atado con cadenas en pies, manos y cuello; enjaulado y tratado como un animal, según su propio relato. 12 años de su vida desperdiciados en la selva. Nada, nadie y de ninguna manera se puede reparar tanto dolor, tanta ausencia, tantos años sin vivir en vida.

También está doña Emperatriz de Guevara, el ejemplo de la resiliencia. Sentada junto a una ventana, un rosario en una mano y un radio en la otra, esperó con paciencia que su hijo regresara a la libertad. Una mamá cansada y agobiada que fue a donde podía, a donde le dijeran que había un comandante guerrillero para suplicar que le devolvieran a su hijo, el capitán Julián Ernesto Guevara. Y sí, se lo devolvieron, pero muerto ocho años después de padecimientos.

¿Qué será de las familias de los diputados del Valle quienes fueron secuestrados en un entrampamiento y fusilados cobardemente? Para las Farc su vida no valió nada. Era mejor asesinarlos que la “humillación” de permitir un rescate.

¿Quién ha reparado a la señora Alicia Aguillón quien se quedó sin nada? Las Farc se llevaron a sus tres hijos cuando apenas cumplían 12 años, solo uno regresó. También la despojaron de su parcela y en el calvario que ha tenido que vivir en años le quitaron hasta su última gota de dignidad.
¿Qué pasará con las víctimas del Nogal, que fueron el blanco de una descarga de odio? ¿Qué pasará con los muchos desplazados de las tomas guerrilleras que tuvieron que dejarlo todo, empezar una nueva vida y renunciar a lo que un día fue suyo?

¿Quién podría negarse a que, como forma de reparación, alguna de estas víctimas pueda tener representación política o fueran ellos mismos los que se convirtieran en congresistas? Pero no es así. A ellos, que la guerra les quitó todo, que todavía sienten lejana la justicia, que siguen reclamando verdad, nada les dará la nueva Ley de curules para víctimas. Y ahí está el gran vacío de esta norma. Quienes pueden aspirar a estos escaños deben llevar viviendo al menos tres años en alguno de los 167 territorios donde se harán las elecciones, justo donde los actores armados tomaron el control.

Peligroso porque estas curules fácilmente pueden quedar en manos de los despojadores y no de los despojados, de los victimarios y no de las víctimas. Los territorios seleccionados tienen una alta influencia del conflicto y aún más peligrosa del narcotráfico. En una tercera parte de las circunscripciones hay presencia el ELN, las Bandas Criminales y la minería ilegal, además, más de la mitad tiene cultivos ilícitos.

La norma está a mitad de camino porque aún falta la reglamentación. Pero ya concebida desde el principio deja a miles de víctimas por fuera. Dirán que algunas han sufrido más que otras, pero ¿Quién se cree en capacidad para decidir la fórmula que mida el dolor? Como eso ya no se puede remediar, lo que queda es evitar que los mismos actores armados que tanto daño siguen haciendo se elijan en cuerpo ajeno. Eso solo abriría la puerta a más dolor, violencia y revictimización.

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