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Al presidente Gustavo Petro, que cada día tiene un reclamo distinto a la prensa, que hace catarsis en Twitter contra uno y otro periodista, que responsabiliza a los medios por las encuestas, que frecuentemente desprecia el ejercicio de los reporteros, que no entiende que la libertad de prensa no es interpretar su propia realidad, que invalida constantemente artículos y noticias y que con ligereza nos ha vuelto blanco de agresiones, ya lo entendemos… no lo aceptamos, pero lo entendemos. Asumimos, con cada golpe diario, que ese es su estilo de gobernar; entendimos que su ejercicio de defensa es el ataque permanente y que su discurso es más parecido al de un político en campaña que al de un presidente en ejercicio.
Aprendimos que su ecuación es buscar culpables por fuera, en vez de asumir responsabilidades internas; aprendimos que le resulta más fácil resguardarse en el relato victimizante donde, según él, todo funciona y son los medios los que se inventan las críticas. Y sí, lo entendimos. aunque el asedio es frustrante, doloroso, agobia y desgasta, es tan repetitivo y constante, que nos tocó seguir adelante y normalizar la mayoría de los ataques. A estas alturas ya no es opción detenernos para responder; hay que salir, como en los días de tormenta, es molesto, incómodo, genera ruido, pero nos armamos con chaqueta, sombrilla y botas para no quedarnos en el pantano. Nos tocó acostumbramos a trabajar bajo la lluvia, aunque muchas veces nos “moje”, nos cueste la paz, la vocación o incluso, la vida. Lo que sí definitivamente no admitimos y nos genera una honda inquietud es el silencio de la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip. Esta no es otra columna melancólica que registra las quejas por lo que hace y dice el presidente es desmedro de nuestro trabajo, esta es una columna con un reclamo vehemente, angustioso y si se quiere con frustración frente a la Flip, que aparte de tibios pronunciamientos, ha hecho poco y nada para defender a los periodistas que con valentía salen a contar el país. En vez de hacer lo que deberían, se sientan como espectadores silenciosos, mientras los comunicadores resisten los embates del Ejecutivo.
El Presidente trata a los periodistas de “calumniadores”, ¿dónde está la Flip? El Presidente señala a la prensa de “xenófoba”, ¿dónde está la Flip? El Presidente dice que el periodismo está al “servicio del fascismo”, ¿dónde está la Flip? El Presidente ha dicho que creamos burbujas comunicacionales, que inventamos y que engañamos para desviar la atención de los “hechos importantes” que en este caso no son más que su propia agenda, ¿dónde está la Flip? El Presidente dijo que los medios de comunicación han “embrutecido al país” en un despreciable insulto a nuestro trabajo, ¿dónde está la Flip?
Claro, sobre otros casos sí hay pronunciamientos, aunque escasos, tardíos y sobre todo selectivos, pero, ¿dónde está la Flip con los ataques a Juan Pablo Calvás, a Noticias Caracol, a Noticias RCN, a Vicky Dávila, Darcy Quinn o a Luis Carlos Vélez? ¡No está!
Lamento que eso signifique hoy la Flip para tantos periodistas: un organismo incapaz, que con su silencio termina por acreditar las agresiones a los periodistas. Su inacción y omisión validan como “merecida reprimenda” lo que en realidad son ataques feroces, sistemáticos e infundados contra la libertad de prensa.