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Cartagena de Indias cumple 212 años de haber gritado independencia. En noviembre de 1811, La Heroica fue la primera ciudad colombiana en declararse plenamente libre del yugo español, a pesar de ser uno de los puertos más ricos de todo el Virreinato de Nueva Granada. El dinero y las comodidades no compran derechos ni libertades. No obstante, luego de doscientos años, una lucha independentista y ser hoy una de las capitales turísticas de la nación, El Corralito de Piedra se agrieta por la inseguridad.
Dumek Turbay, alcalde electo, recibe una urbe que se desangra por culpa del crimen. Según recientes estudios del observatorio Cartagena Cómo Vamos, el homicidio es la tercera causa de muerte en la ciudad, detrás sólo de enfermedades terminales. Además, y para colmo, 39% de los casos están relacionados con otro cáncer de la sociedad colombiana que no hemos podido extirpar: el narcotráfico.
El año pasado hubo, hasta principios de octubre, 280 homicidios, mientras que en 2023 hubo 274. La reducción es mínima, mientras se pierden cientos de vidas. La respuesta de la autoridad, blanda.
El desgobierno en la ciudad es kafkiano, es decir, trágicamente absurdo. Desde 2012, La Fantástica ha tenido nueve alcaldes, uno cada 487 días. Esta inestabilidad golpea las instituciones y el orden. Dos de cada diez ciudadanos han sido víctimas de alguna clase de delito el último año. Más de 213.000 cartageneros sufrieron crímenes durante 2022. Esto arroja una tasa de atentados contra la ley de 583 transgresiones, denunciadas y registradas, por día. 24 cada hora. Una barbaridad. El 48% de la población se siente insegura y 31% no confía siquiera en estar a salvo en su barrio.
El homicidio, el hurto y la extorsión no entienden entre estratos sociales. Las tres localidades se han vistos afectadas en proporciones similares, de acuerdo con Cartagena Cómo Vamos. Mucho se habla de que el mayor problema en la ciudad es la desigualdad, pero los datos y las vidas demuestran otra cosa. No se puede combatir ningún percance si no hay paz y condiciones aptas para el desarrollo normal de las sociedades. “Donde entra el comercio, no entran las balas”, pronunció el economista francés Frédéric Bastiat. Asimismo, si hay violencia, la prosperidad, el conocimiento y la verdad salen malheridas.
La administración saliente, al mando de William Dau, se dedicó a otros asuntos. Prefirió no gastar para evitar corrupción en la contratación. Por eso, la ciudad está deteriorada también en materia de infraestructura. Hay huecos en las vías, muchos trancones y las inundaciones se toman la ciudad cuando llueve. Por otro lado, el populismo al cerrar el peaje de Mamonal no permitió el mantenimiento de una vía clave para la industria pesada, el sector portuario y petroquímico. Eso sí, no todo es culpa de Dau. Recibió una Cartagena sin norte ni planeación ni institucionalidad firme.
Es lastimoso que La Fantástica esté así. La ciudad, que tiene el potencial de convertirse en una de las capitales turísticas de Latinoamérica, está asolada por la delincuencia, causante de muchas de las miserias de los ciudadanos. Cartagena debe ser reconocida por la alegría y sazón de su gente, las bellas playas, la ciudad amurallada, junto a una riqueza natural y cultural al alcance de pocos. Sin embargo, la urbe refleja criminalidad, pobreza y explotación a tal grado que antagonizó, lamentablemente, Sound of Freedom, uno de los filmes del año.
La Heroica necesita una actitud epopéyica. Así como hace más dos siglos el pueblo se unió para clamar por la libertad, los cartageneros depositaron su confianza en Dumek Turbay con el firme propósito de llevar la tranquilidad y el orden a un patrimonio de la humanidad que se erosiona con la violencia. Ojalá Turbay pueda encarnar eso. No sólo por el bien de sus aliados políticos, sino para garantizarle a la ciudadanía paz y seguridad para desarrollar su vida en una de las ciudades más bellas de Colombia.