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Esta semana, los economistas Daron Acemoglu y Simon Johnson, junto con el politólogo James Robinson, fueron galardonados con el Premio Nobel de Economía 2024 por su investigación sobre la influencia de las instituciones políticas y económicas en la prosperidad de los países. Su trabajo ha revelado que las diferencias persistentes en los niveles de prosperidad entre naciones se deben en gran medida a la calidad de sus instituciones. Colombia tiene la suerte de contar con la experiencia de Robinson, quien ha sido profesor de la Universidad de los Andes durante varios años y conoce bien el país.
En ‘Por qué fracasan las naciones’ Acemoglu y Robinson diferencian entre instituciones inclusivas y extractivas. Las primeras promueven el crecimiento económico protegiendo derechos de propiedad, asegurando la libertad de mercado y permitiendo la participación política de la mayoría, lo que incentiva la innovación y el emprendimiento. En cambio, las segundas concentran poder y riqueza en una élite, limitando oportunidades y frenando el desarrollo económico a largo plazo.
En su artículo ‘Colombia, ¿Otros cien años de soledad?’ escrito hace una década, James Robinson afirmaba que aunque las políticas de seguridad democrática del presidente Uribe y el proceso de paz del presidente Santos -que estaba en proceso- eran pasos positivos para el cambio, sin una reforma de las instituciones democráticas que estaban basadas en el clientelismo y la violencia, con diferentes equilibrios entre el centro -Bogotá- y la periferia, Colombia no avanzaría. También señalaba que el sistema político genera muchos monopolios protegidos.
En una entrevista por el premio Nobel, Robinson señala que con el actual gobierno se están repitiendo muchos aspectos del pasado, especialmente con el aumento de la violencia. También menciona que no percibe un plan claro de cambio, ya que se debería buscar cómo construir instituciones para que el Estado funcione mejor en favor de las personas y encontrar la forma de implementar políticas que realmente reduzcan la desigualdad y mejoren la movilidad social y las oportunidades individuales.
De estas contribuciones concluyo tres mensajes: Primero, para superar gran parte de los problemas en Colombia se deben fortalecer las instituciones adecuadas. Segundo, se trata de un problema estructural; por ejemplo, el narcotráfico y la violencia son una consecuencia de instituciones débiles. Tercero, aunque Robinson no lo menciona directamente, la geografía es determinante. La diversidad geográfica, con los Andes dividiéndose en tres cordilleras, dos océanos y parte del Amazonas, dificulta la presencia uniforme del Estado y la gobernabilidad.
Para implementar los cambios, fortalecer las instituciones no significa destruir las existentes, como está haciendo el gobierno. Por ejemplo, si la salud no llega a la periferia, no es necesario eliminar el aseguramiento que funciona en el centro. O si se desea otorgar subsidios a adultos mayores vulnerables, no es necesario reducir la participación de fondos privados en el sistema de pensiones. La reforma laboral debería beneficiar a todos, no solo a unos pocos. Finalmente, se necesita un análisis profundo e inclusive posibles cambios constitucionales en la descentralización en Colombia.