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La situación de Venezuela es crítica. En la dimensión económica, la producción de petróleo del país con más reservas petroleras en el mundo cayó de 3,15 millones de barriles diarios en el año 2000 a 864.000 barriles en el 2024, y el PIB per capital cayó de US$12.000 en 2013, año pico del boom de las commodities en América Latina, a US$3.800 en 2024, nivel muy parecido al de 1985. En la dimensión política, las evidencias de las elecciones muestran el fraude electoral. Es la destrucción de la economía y de las instituciones.
Hace cerca de una década editamos con Guillermo Perry (q.e.p.d.) un libro que analiza los determinantes para que la abundancia de recursos naturales, en particular la minería el petróleo, sean una bendición o una maldición. La “maldición de los recursos naturales” es un concepto en la literatura económica que sugiere que los países con abundancia de recursos naturales tienden a tener un crecimiento económico menor y peores resultados de desarrollo en comparación con países con menos recursos naturales. Esta maldición se manifiesta a través de efectos negativos como la enfermedad holandesa, donde una bonanza en recursos naturales aprecia el tipo de cambio, desindustrializando el país. Además, la captura de instituciones y rentas por parte de grupos de interés puede deteriorar la calidad institucional y aumentar la corrupción y la desigualdad.
La abundancia de recursos naturales puede ser tanto una maldición como una bendición dependiendo de la calidad institucional. En países con instituciones fuertes y transparentes como Noruega, la riqueza en recursos naturales ha impulsado el crecimiento económico y mejorado la calidad de vida de sus habitantes. En cambio, en países como Argelia, Nigeria y Venezuela, la abundancia de recursos ha resultado en un crecimiento económico pobre y aumento de la desigualdad debido a la captura de rentas y la corrupción, convirtiéndose en ejemplos de la maldición.
Los datos señalan que los desafíos económicos de Venezuela, vinculados a su riqueza petrolera, datan del siglo pasado. Desde la primera bonanza de los años setenta hasta 2005, el PIB per cápita cayó 19%, con una tasa negativa media anual de -0,54%. Estas dificultades económicas se deben tanto a la captura de instituciones por grupos de poder como a políticas que no diversificaron la economía ni repartieron equitativamente el ingreso. En tiempos de bonanza, las exportaciones no petroleras disminuyeron, reflejando la “enfermedad holandesa”. A pesar de sus abundantes reservas de petróleo, las políticas del gobierno no lograron convertir este activo en un avance sostenible y justo para el país. Las políticas de nacionalización del sector durante la primera y segunda bonanza petrolera no lograron los resultados esperados y, en cambio, acentuaron los problemas económicos y sociales del país.
La investigación de las causas es crítica, ya que cuando se restauren las instituciones democráticas en Venezuela, el fortalecimiento institucional será esencial. Esto cobra importancia para convertir la producción de petróleo en un pilar del avance social y económico y establecer un modelo para la distribución justa de la riqueza, un desafío estructural en América Latina.