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Analistas 11/08/2023

Mercado laboral y cambio climático

Mauricio Olivera
Vicerrector Administrativo y Financiero UniAndes

La semana pasada el secretario general de las Naciones Unidas introdujo un nuevo concepto, más alarmante y desafiante, respecto al cambio climático que está sufriendo la humanidad. Pasamos del calentamiento global a la ebullición global.

Esto porque aunque desde el protocolo de Kyoto de 1997 el mundo se ha reunido anualmente en las Conferencias de las Partes (COP) para tomar acciones y evaluar su progreso en el tratamiento del cambio climático - la COP 28 tendrá lugar en noviembre de este año- el mes más caluroso en la historia fue el pasado mes de julio, y, tal vez más importante, las decisiones tomadas no se han convertido en acciones determinantes para evitar que la temperatura aumente por encima de 1,5 grados centígrados comprado con el siglo XIX. La alerta roja ya se había declarado en la COP 21, en el acuerdo de París.

Colombia está tratando de jugar un papel protagónico en esta crisis mundial, a pesar de que su aporte a la ebullición global es solo alrededor de 0,7% de la emisión de los gases efecto invernadero (GEI), el mayor determinante de la ebullición global. Más allá de la discusión política actual, es necesario pensar en los efectos que la ebullición global y la reducción de emisiones de GEI, dejando de producir carbón y petróleo, por ejemplo, pueden generar en el mercado laboral, y en el papel de las políticas públicas para reducir o eliminar los efectos negativos.

Para esto, la OIT introdujo desde la mitad de la década pasada otro nuevo concepto: la transición justa. Este nuevo concepto genera otra gran alerta: la transición de una economía productora de carbón y petróleo a una economía carbono neutral puede generar grandes efectos sobre el mercado laboral, en la medida en que muchos trabajadores perderán sus empleos, y deberán transitar hacia empleos verdes, o carbono-neutrales.

Para esto, deberán adquirir nuevos conocimientos, nuevas competencias y nuevas habilidades, y las políticas públicas deberían acompañarlos en esta transición. Otra alerta importante de la transición justa es la mayor vulnerabilidad que tiene la población debido a los desastres naturales -altas temperaturas, lluvias, inundaciones, sequías, etc.- que se generan por la ebullición global.

Este fenómeno puede ser devastador en regiones como el Cesar y La Guajira, cuya economía depende en gran parte del carbón, o en el Casanare, cuya economía depende esencialmente del petróleo. Ya existen algunos ejemplos a nivel regional que han ayudado en las transiciones laborales, que, necesariamente, acompañan las transiciones productivas. Un ejemplo de hace varios años, no relacionado exactamente con la transición laboral debido al cambio climático, pero que dejó lecciones aprendidas, es el Quindío.

Debido a la crisis cafetera que se inició en la última década del siglo pasado, este departamento pasó de ser una economía cafetera a ser una economía turística. Esta transición tomó varios años y tuvo efectos negativos sobre el empleo, dado que la industria cafetera genera más empleo que la turística, pero puede ser catalogada como una transición exitosa.

¿Están las políticas públicas preparadas para logra una transición justa en Colombia, tal cual lo plantea la OIT? Este tema lo desarrollaremos en próximas columnas.

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