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En el panel sobre la informalidad al que fui invitado por la OIT en el “Simposio Regional Tres décadas de desempeño del mundo del trabajo en América Latina y el Caribe: Avances y perspectivas” me preguntaron sobre elementos esenciales para atacar la informalidad laboral, que es un mal de toda la región: la mitad de los trabajadores latinoamericanos son informales. Mi aporte se centró en dos políticas que considero esenciales: la legislación versus la realidad y la formación para el trabajo.
Sobre la primera, partamos de la siguiente afirmación: la legislación laboral busca regular el mercado laboral para cambiar la realidad laboral de muchos trabajadores. Sin embargo, en muchos casos lo que debería hacer la legislación es aceptar la realidad laboral y legislar de acuerdo a esa realidad. Para explicar este punto el ejemplo que he usado en varios escenarios es el café colombiano. Somos muy orgullosos de producir el mejor café del mundo. Sin embargo, aunque los cafeteros tienen dos cosechas que les generan ingresos dos veces al año, la legislación los obliga a cotizar mes a mes durante 1.300 semanas, es decir 25 años, para obtener una pensión. Como consecuencia, los trabajadores en el sector del que más orgullosos somos los colombianos y que produce el mejor café del mundo, no tienen pensión. Y la periodicidad de la cosecha cafetera no la podemos cambiar.
Esto no ocurre solamente en el sector cafetero. En el sector rural la mayoría de los ingresos depende de la cosecha, no son mensuales, y son volátiles en tiempo y en monto. En las ciudades muchas personas trabajan por horas, por días, en diferentes horarios, muchas son independientes y sus ingresos son volátiles. Dos ejemplos son los conductores de taxi y los vendedores ambulantes.
Si seguimos insistiendo en una legislación laboral en la que sólo puedan cotizar los trabajadores de tiempo mensual completo y que ganen por lo menos el salario mínimo -la mitad de los trabajadores gana menos- estamos excluyendo y sumiendo en la informalidad una gran cantidad de personas. La legislación debe ser flexible para adaptarse a la realidad laboral de muchos trabajadores. Es la forma de atacar la informalidad.
Sobre la segunda política, muchos trabajadores son informales porque no han tenido la oportunidad de acceder a un empleo formal. La informalidad está correlacionada con el trabajo independiente. Una parte de esto se explica porque muchas personas no cuentan con las competencias necesarias para acceder a un empleo formal. Existen vacantes que no se pueden llenar porque las empresas no consiguen los trabajadores que necesitan.
Contamos con mecanismos institucionales cuyo objetivo debe ser dar oportunidades laborales. Para la formación para el trabajo está el Sena, que se debe complementar con el Mecanismo de Protección al Cesante y con el Servicio Público de Empleo para garantizar la empleabilidad. Sin embargo, es necesario fortalecer y conectar estos mecanismos y garantizar la pertinencia de la formación para el trabajo para responderle a las necesidades de capital humano del aparato productivo. El enfoque tiene que ser regional, porque en un país de regiones, cada una tiene un aparato productivo diferente Es una tarea pendiente que tiene el país para generar empleos formales.