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Para comprender la política del gobierno actual, leí el libro de Chantal Mouffe, “Izquierda. Por un populismo de izquierdas”. Aunque no comparto su visión, considero importante entenderla y compartirla. La autora menciona que su análisis se centra en Europa, pero los movimientos populistas también se han extendido a América Latina.
Comienza afirmando que la izquierda debe entender la coyuntura actual y el desafío del momento populista. Define el populismo no de manera peyorativa como lo hacen los medios, sino como una estrategia discursiva que divide a la sociedad y moviliza “a los de abajo” contra “aquellos en el poder”. Habla también del “pueblo” frente a la “oligarquía” (las comillas las usa la autora). Describe el momento populista como aquel en el que, debido a transformaciones políticas o socioeconómicas y muchas demandas insatisfechas, la hegemonía dominante se desestabiliza.
La hegemonía actual es la alternancia entre partidos de centro izquierda y centro derecha, con un gobierno que actúa como un administrador eficiente. Aquellos que se oponen a este consenso, ya sean de izquierda o de derecha, son etiquetados como extremistas o descalificados como populistas. Desde una perspectiva histórica, la posguerra estableció el consenso keynesiano basado en un estado de bienestar. La crisis petrolera de los 70s afectó las economías y desmoronó este consenso. En 1979 apareció el Tatcherismo cuyo objetivo era defender a los industriales de la burocracia y los beneficiarios de las ayudas estatales, los sindicatos. Ahí nace la hegemonía actual, que se mantuvo hasta llegar a la tercera vía de Tony Blair, que desdibujaba la frontera entre izquierda y derecha. Sin embargo, esta hegemonía fue desestabilizada por la crisis financiera del 2008, que impactó negativamente a la clase media. Los dos principios de la hegemonía actual, la democracia y la libertad, se han visto erosionados debido al predominio del capitalismo que con la privatización y la relocalización de industrias en países con mano de obra barata, afectó la condición de los trabajadores chocando contra el principio de la igualdad.
En el momento populista, el populismo de derecha quiere recuperar la soberanía popular y la democracia excluyendo a los inmigrantes, mientras que el de izquierda busca unificar las diversas demandas de un “pueblo” -los trabajadores, los inmigrantes, la comunidad Lgbti, entre otros- contra un adversario común -la “oligarquía”- para así profundizar y ampliar la democracia. Recomienda dejar el esencialismo de la lucha de clases entre trabajadores y empleadores, y acoger otras demandas insatisfecha de poblaciones excluidas.
Confieso que veía el populismo como promesas irreales, pero el análisis de la autora lo define de manera más clara y muestra que es una forma de hacer política actual en muchos países, incluido Colombia. Creía que la democracia podía lograr un acuerdo nacional, pero si el populismo se define explícitamente como la confrontación entre el “pueblo” y la “oligarquía”, sin querer decir que antes no existieran confrontaciones, alcanzar ese acuerdo es casi imposible. Mi esperanza es que en Colombia se logre avanzar hacia un consenso inclusivo que combata la desigualdad, y con un crecimiento económico que genere oportunidades para todos.