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Mauricio Santa María S., presidente de Anif en colaboración con el equipo de Investigadores de Anif
Empecemos por decir que Colombia lleva casi cinco meses de aislamiento obligatorio que, afortunadamente, se ha ido relajando para algunos sectores y actividades, lo que ha impedido que el daño económico y social sea aún más grande de lo que ya todos conocemos. Desde ANIF siempre hemos respaldado esa política que busca proteger la salud de la población, adecuar el sistema de salud y tratar de reducir el impacto económico y social de una medida tan dura como esa. Sin embargo, también hemos advertido que ya se ha alargado mucho (Colombia ha tenido uno de los tres aislamientos más largos y estrictos del mundo) y, también, hemos llamado la atención sobre el hecho de que se ha observado demasiada discrecionalidad en los gobiernos regionales (especialmente las alcaldías), precisamente en un momento en el que se requiere de un liderazgo fuerte del Gobierno Nacional, que evite generar mayor incertidumbre en la población. Así, hemos observado todo tipo de toques de queda, planes candado, leyes secas, prohibiciones y aislamientos parciales, sin mencionar las trabas que algunas alcaldías imponen para evitar que los sectores que autoriza el Gobierno Nacional efectivamente empiecen a trabajar. Consideramos que el daño que han generado estas medidas en términos económicos, sociales y de salud mental ha sido considerable, sin claras ganancias en términos de contención de la pandemia.
Dentro de ese contexto, el jueves pasado, la Alcaldía de Bogotá decretó nuevamente un aislamiento estricto para siete localidades de la ciudad, que empezó el 16 de agosto y que terminará el 30 de agosto, con lo cual se completarán casi dos meses de la aplicación de esta medida de la Administración local, que arrancó en julio 13 (valga aclarar que, además, algunas de estas cuarentenas por localidades se traslaparon por tres o cuatro días, durante los cuales más de la mitad de la ciudad estuvo en cuarentena estricta). Eso implica que la ciudad tendrá uno de los aislamientos estrictos más largos de Colombia e, incluso, del mundo, mucho más que países severamente afectados al inicio de la propagación del virus como España, Italia y Francia, entre otros. Lamentablemente, el uso excesivo de esta estrategia no ha tenido los efectos esperados en los indicadores de salud, pues Bogotá no se encuentra bien posicionada a nivel nacional en cuanto a contagios y muertes (por millón de habitantes). Es decir, haber cerrado la ciudad prolongadamente, demorar la reactivación económica (durante mayo y junio) y utilizar restricciones como el pico y cédula, entre otras, no se reflejaron en el avance de los principales indicadores de contención del virus, cuando se compara contra otras ciudades, pero, como veremos, sí sirvió para que la capital presente unos indicadores económicos desfavorables con respecto a las demás ciudades.
La consecuencia directa y dolorosa de todo lo anterior es que Bogotá tiene los resultados económicos más negativos del país. En efecto, las últimas cifras oficiales del DANE, para el trimestre abril-junio de 2020, indican que Bogotá es la ciudad en la que más empleos e ingresos laborales se perdieron y en la que ha sido más fuerte la caída en la producción industrial (sólo superada por Bucaramanga) y el comercio minorista. Cabe anotar que esas cifras no incluyen, todavía, los efectos de las cuarentenas sectorizadas que comenzaron en julio. Sólo hasta finales de agosto conoceremos el impacto en el empleo y a mediados de septiembre en la producción industrial y el comercio minorista. Es decir, el panorama puede ser peor. Un aspecto preocupante es que, adicionalmente, esas medidas complicarán aún más la recuperación posterior, ya que las cuarentenas por localidades terminaron afectando casi el 70% del tercer trimestre, si es que no se alargan más.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, el propósito de este Comentario Económico es hacer un balance regional actualizado de la evolución del virus (contagios y muertes) y el costo económico (basado en los recientes resultados del mercado laboral, la producción industrial y las ventas del comercio minorista publicados por el DANE). Si bien hacemos un énfasis en Bogotá, debido a que concentra el 25% del PIB y el 18% de los empleos, también analizamos los resultados de las principales ciudades del país que, en su conjunto, muestran, directa o indirectamente, el impacto de las decisiones de las administraciones locales y el costo que han asumido las empresas y los hogares.
Deterioro del mercado laboral y pérdida de ingresos
La actual emergencia sanitaria y las medidas de aislamiento asociadas a la contención del virus están teniendo un marcado impacto negativo sobre el desempeño del mercado laboral y, con ello, sobre los ingresos de los hogares. En efecto, durante el segundo trimestre del año, los ocupados promediaron 17.4 millones de personas frente a los 22.2 millones en el mismo trimestre de 2019. Eso tuvo como consecuencia una disminución promedio de 4.9 millones de ocupados (caída del 22% anual) y representa pérdidas acumuladas de ingresos laborales por $15.5 billones (1.5% del PIB) durante el período abril-junio de 2020.
Si bien ese deterioro resulta generalizado a nivel nacional, cabe anotar que el mayor golpe se sintió en Bogotá, al concentrar el 34% del total de las pérdidas de ingreso, porcentaje que supera la participación de la capital en la caída de ocupados (23%) y en el total de ocupados (18%), ver Gráfico 1. Le siguieron Medellín (con una participación del 10% en el total de pérdida de ingresos y del 7% en la caída de ocupados) y Cali (9% y 7%, respectivamente).
Como es de amplio conocimiento, los costos de la pandemia y los asociados al aislamiento se reflejan en algunos de los principales indicadores líderes de la economía: producción industrial y ventas de comercio minorista, los cuales, a su vez, terminan afectando el PIB que, como sabemos, cayó 15.7% en el segundo trimestre del año. Por eso, a continuación, analizamos el período abril-junio de 2020 para mostrar las diferencias regionales en ese impacto durante los primeros tres meses del aislamiento, teniendo en cuenta que la velocidad de apertura de los sectores ha sido muy distinta entre las principales ciudades capitales (con mayor rezago en Bogotá), debido a las decisiones de las autoridades locales, dentro de la discrecionalidad que dispuso el Gobierno Nacional (la cual entendemos que se requiere para compartir responsabilidades, pero ha tenido un impacto realmente negativo tanto en la economía como en las expectativas de hogares y empresas).
Así las cosas y hablando de la producción manufacturera, se puede ver que ese indicador se contrajo a tasas del 30.2% en Bogotá, cifra muy inferior a la ya alarmante caída observada en el total nacional del 24% (ver Gráfico 2). Algo similar ocurrió en el caso del comercio minorista, con contracciones en Bogotá del 29.4% anual en el trimestre abril-junio de 2020, superando la caída observada en el total nacional del 27.7% (ver Gráfico 3). Nótese que la caída de la industria sólo es superior en Bucaramanga, mientras que la capital es la ciudad con mayor reducción en las ventas de comercio al por menor. Como dijimos antes, es de esperar que ese desempeño negativo haya continuado en los meses de julio y agosto, teniendo en cuenta la implementación de cuarentenas estrictas alternadas por localidades, ahora hasta finales de este mes. Eso indica que la estrategia que adoptó la Administración Distrital para contener el virus ha tenido costos laborales y económicos más pronunciados que en el resto de las principales ciudades del país.
Lo anterior, sin lugar a duda, indica que la reactivación económica, hasta el momento, no es la prioridad de la Administración Distrital. En ese sentido, es fundamental que las decisiones que se tomen en el futuro tengan en cuenta el severo impacto de las cuarentenas estrictas sobre el desempeño de indicadores económicos, sobre todo aquellos relacionados con el mercado laboral y su efecto en términos de generación de ingresos, pobreza y desigualdad, antes de optar por el camino más “fácil”, que es utilizar el aislamiento como principal estrategia de contención del virus. Adicionalmente, después de cinco meses se reduce de manera importante la disposición de la población a acatar las medidas de aislamiento por el desgaste, sufrimiento e incertidumbre que las acompaña. Eso, de hecho, ha sido evidente en las últimas semanas en Bogotá.
Resultados regionales de salud relacionados con el SARS-CoV-2
El avance del virus en Colombia ha estado marcado por grandes diferencias regionales (ver Comentario Económico del Día 3 de julio de 2020). Por ejemplo, en el Gráfico 4 se puede ver la evolución del promedio móvil semanal de las muertes diarias por causa del SARS-CoV-2 (por millón de habitantes) en seis de las ciudades principales de Colombia durante el período abril-julio de 2020. Al respecto, cabe resaltar algunos hallazgos importantes: (i) Barranquilla fue la ciudad con mayores muertes en junio, llegó a un pico de 28, para luego descender a niveles de 7 muertes diarias por millón; (ii) Cartagena duró aproximadamente dos meses con un comportamiento casi constante de 5 muertes por millón, pero ahora resulta ser una de las ciudades con menor incidencia (2 muertes); (iii) Cali, Medellín y Bucaramanga empezaron una aceleración en las muertes únicamente en las últimas semanas; y (iv) de manera preocupante, Bogotá es la única ciudad en la cual la tendencia de las muertes ha sido constantemente ascendente desde los primeros días de junio. Hoy en día es la ciudad del país con mayores muertes por millón (14). Vale la pena preguntar: ¿no debería este resultado, por lo menos, llamar la atención de las autoridades sobre el hecho de que probablemente la cuarentena tan prolongada no es la mejor alternativa?
Otra manera de analizar los resultados regionales en materia de salud es a través de los Gráficos 5 y 6, los cuales muestran tanto el acumulado de contagios y muertes como el registro del último mes (en este caso julio) por ciudad, como aproximación a la aceleración del virus. Como ha sido costumbre, dividimos los gráficos en cuatro cuadrantes teniendo en cuenta el promedio de cada variable en las ciudades analizadas.
En términos de contagios, los resultados muestran que en el cuadrante de altos contagios y altos nuevos contagios se ubican Barranquilla (23.269 contagios por millón de habitantes en el acumulado, 13.261 nuevos contagios por millón en julio) y Bogotá (13.166, 9.290). Esto último implica que cerca del 70% de los contagios en Bogotá ocurrieron en julio, pese a que durante ese período comenzaron las mencionadas cuarentenas sectorizadas. Nótese cómo Cartagena (15.186, 7.264), aunque mostró un alto número de contagios acumulados, también registró una disminución en la aceleración de los nuevos contagios en julio. Por el contrario, otras ciudades principales como Medellín (7.154, 6.331), Cali (8.466, 5.191), Bucaramanga (2.140, 1.847) y el resto de la muestra: Montería (7.166, 6.418), Cúcuta (2.043, 1.771), Pereira (2.033, 1.451) e Ibagué (1.900, 1.390), se ubican en el cuadrante de bajos contagios (menores al promedio) y bajos nuevos contagios.
En materia de muertes, se observa que Montería (760 muertes por millón de habitantes en el acumulado, 724 muertes por millón en julio), Barranquilla (1.155, 627) y Bogotá (353, 265) tuvieron la mayor aceleración durante julio. Como lo mencionamos antes, Cartagena (458, 146) tiene altas muertes (acumuladas), pero baja aceleración de las muertes en julio. Por último, en el cuadrante de bajas muertes y bajas nuevas muertes se encuentran Cali (300, 185), Medellín (110, 106), Bucaramanga (53, 46) y el resto de las ciudades incluidas en la muestra: Cúcuta (91, 76), Ibagué (37, 28) y Pereira (34, 17), que presentan un buen desempeño con respecto al promedio.
Todo lo anterior indica que, a pesar de las estrictas medidas para la circulación de las personas y el reinicio de actividades económicas en Bogotá, los desenlaces negativos en materia de salud fueron el resultado principal. Llaman la atención las cifras de Montería porque es la primera vez, desde que hacemos este tipo de análisis, que presenta los resultados más negativos de la muestra. Finalmente, se evidencia que Cartagena, que era una de las ciudades que lideraba los peores resultados durante junio, hoy en día está en niveles bajos de aceleración de contagios y muertes.
Conclusión
La principal conclusión del análisis salta a la vista: la estrategia de encierro a toda costa seguida por la Alcaldía de Bogotá no ha sido efectiva para tener buenos desenlaces en salud, pero sí para que la ciudad esté a la cabeza en pérdida de empleo, caída de ingresos de los hogares, reducción de la producción industrial y contracción del comercio minorista (nótese que estos sectores son de los que más emplean personas en Bogotá).
En efecto, el análisis de impacto del virus en las principales ciudades de Colombia muestra marcadas diferencias a nivel regional. Bogotá, Barranquilla y Cartagena muestran los mayores impactos negativos, sobre todo en los indicadores de contagios y muertes por SARS-CoV-2. Sin embargo, cabe resaltar que recientemente Cartagena y Cali muestran avances en la incidencia de las muertes. Lo contrario ocurre en Bogotá debido a que la tendencia positiva continúa y, además, registra un marcado deterioro en las variables económicas, con una pérdida de ingresos de los hogares más que proporcional a la caída en los ocupados y preocupantes crecimientos negativos en los sectores de industria y comercio (los mayores en el país).
En ese sentido, una de las principales conclusiones de este documento, que se basa en la información pública y oficial, es que la estrategia de la Administración Distrital de Bogotá para la contención del virus ha tenido el mayor costo económico en el país sin que los resultados en salud sean favorables. Todo lo contrario, junto con Barranquilla, Bogotá fue la ciudad con mayor aceleración de contagios y muertes durante julio. La diferencia radica en que los resultados de los indicadores económicos son mucho peores para Bogotá. Esto es particularmente grave debido a la importancia económica de la ciudad en términos de empleos y PIB.
Estos análisis indican que las políticas en el corto plazo se deberán enfocar en controlar el virus y tener en cuenta que los costos económicos y sociales de las cuarentenas son severos. Por esa razón, en ANIF consideramos que los aislamientos estrictos se deben dejar en un segundo plano y utilizar otras estrategias como: (i) continuar con el fortalecimiento del sistema de salud, sobre todo en la capacidad instalada de las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI); (ii) aislar y hacer seguimiento constante a los casos positivos, sospechosos y sus contactos, lo cual requiere de una capacidad de testeo superior a la actual, aunque en el último mes tuvimos incrementos importantes por la aplicación de las pruebas de antígeno; (iii) en el caso de Bogotá, se puede hacer un monitoreo a nivel de Unidad de Planeamiento Zonal (UPZ) en lugar de las localidades completas; (iv) mejorar las estrategias de cultura ciudadana sobre la importancia de las medidas de higiene y el uso de tapabocas; y (v) iniciar cuanto antes y sin dilaciones los pilotos para la reapertura del sector de servicios (restaurantes y servicios relacionados) y el transporte aéreo y terrestre. Sobre este último punto hablaremos en un próximo informe.
Finalmente, en ANIF consideramos que persiste la falta de coordinación y de cuidado en las medidas de los gobernantes locales. Por ejemplo, el último Decreto de la Alcaldía de Bogotá restringió (probablemente por falta de lectura) la venta de los bienes de consumo ordinario (distintos a productos de alimentación y medicamentos) en las localidades afectadas por el aislamiento estricto, además de la restricción de hacer deporte o el simple hecho de salir a caminar, que en nada afectan los indicadores del SARS-CoV-2, pero sí a los relacionados con la salud mental de los ciudadanos. Hacemos un llamado fuerte para que la administración revise su enfoque basado en cuarentenas hacia el futuro. El daño ya ha sido sustancial.