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La reforma tributaria, tal como quedó después de su paso por el congreso, tiene sus cosas buenas y sus puntos que nos dejan preocupaciones. Aquí me voy a referir solo a dos temas: la tributación de personas naturales y el impacto sobre el sector minero energético.
De la reforma aplaudo que incrementa la tributación de las personas naturales, pues actualmente en Colombia es muy baja. El camino que eligió el gobierno, y del que poco se ha discutido con profundidad, fue el de limitar las deducciones. Es aquí donde se encuentra el gran cambio. La estructura de la tasa marginal de renta permanecerá igual a como está hoy, pero el tope de lo que se puede deducir de la renta líquida se redujo considerablemente: pasó de $191 millones a $51 millones. Quienes ganan más de $10 millones al mes será los que más contribuyan, pero no porque la tasa de tributación haya cambiado, sino porque su monto deducible se disminuyó considerablemente. Es precisamente ahí donde el gobierno va a encontrar un mayor recaudo.
Sin embargo, lo aprobado tiene un gran defecto: solo una pequeña parte de la población será cubierta por la medida. Desde hace algún tiempo, en ANIF hemos propuesto ampliar la base de personas que tributan, de manera progresiva, por supuesto. Quienes tienen niveles altos de ingresos sin duda deben tener una tasa alta de tributación, pero además quienes están en niveles más bajos de ingresos y que hoy están exentos de renta, deberían incluirse pagando una tasa muy baja. Por ejemplo, una persona que gana alrededor de $2.4 millones mensuales, podría pagar menos de $15 mil pesos de renta mensual.
Si bien el pago efectivo del impuesto sería poco significativo para los primeros perfiles de ingreso, en conjunto representaría un recaudo importante para el Gobierno Central porque el grueso de la población se concentra en esa parte de la distribución del ingreso. Solo con eso, se podría lograr un recaudo adicional de entre 0.7 y 0.8 puntos del PIB. Con lo que quedó en la reforma tributaria, el gobierno calcula un recaudo adicional de 0.34 puntos.
También vale la pena mencionar que se hicieron varias correcciones que celebramos, como la reducción de la tarifa marginal del impuesto a los dividendos y la reducción del impuesto a las ganancias ocasionales. Si se hubiera mantenido el texto inicial, habría significado un fuerte desincentivo para la inversión.
El otro gran punto de la reforma tributaria es el tema de las actividades extractivas. A pesar de los cambios que se hicieron al texto inicial, sigue siendo un golpe duro para el sector. Si miramos los precios del petróleo desde el año 2012, las empresas habrían pagado casi siempre la sobretasa que impone la reforma, que va del 5% al 15%.
A esto se suma la no deducibilidad de las regalías. Definitivamente, este era un punto que necesitaba una discusión más profunda. Lo que sí no era conveniente de ninguna forma era imponerla en conjunto con la sobretasa. Eso significa una tributación muy alta para la industria y la volverá inviable en el país en el mediano plazo. A Colombia podría no llegarle inversión para explorar petróleo o gas en estas condiciones y eso hay que reconocerlo.
Nuestro país ya tiene una de las tasas nominales de tributación para personas jurídicas más alta del mundo: 35%. Con la sobretasa, que se impuso a varios sectores, las empresas petroleras pueden llegar a entre el 40% y 50%. Las hidroeléctricas, por ejemplo, quedarían con un 38% de tributación. Así, nos alejamos mucho más del resto de países y estamos generando un tratamiento diferencial entre sectores, lo que sin duda terminará por ahuyentar la inversión.
Para finalizar, hago un llamado al gobierno para que nos cuente cómo se van a utilizar los recursos que va a recaudar con la reforma tributaria. Dirigirlos en su mayoría al gasto, como se puede inferir por los anuncios hechos por diferentes funcionarios, sería un error muy grave y enviaría una pésima señal. Un gran porcentaje de estos recursos debe ir a cubrir la deuda, pues de no hacerse la estabilidad económica de Colombia quedaría en entredicho.