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El acceso al agua potable y al saneamiento básico es un derecho, es uno de los objetivos del desarrollo sostenible de la ONU, es condición para la vida humana. Sin embargo, llegan a 2.000 millones las personas en el mundo que no tienen una fuente segura de agua en casa; a 2.300 millones las que sufren con la falta de saneamiento. Cerca de 260 millones - más que la población brasileña - deben caminar más de media hora para recoger agua. Garantizar el acceso está entre los principales desafíos de nuestro tiempo.
Brasil concentra el 12% del agua dulce del planeta, y, a pesar de eso, no estamos inmunes a problemas relacionados con el agua. Grandes ciudades han enfrentado escasez de abastecimiento. Aún persiste un inaceptable déficit de saneamiento. Y es bien conocido el sufrimiento que las sequías causan a la población nordestina.
Es en busca de respuestas a cuestiones tan urgentes que fue presidido, la semana pasada en Brasilia, el 8º Foro Mundial del Agua. El foro recibió a más de 40.000 participantes, de más de 160 países. Recibimos jefes de Estado y de gobierno, gobernadores e intendentes municipales, parlamentarios y magistrados, representantes de organizaciones internacionales y de la academia, del sector privado y de la sociedad civil. Una diversidad de actores que enriqueció el foro.
La elección de Brasil como anfitrión del más importante evento global sobre recursos hídricos no fue sorpresa. Nuestro compromiso internacional con el tema es histórico. Fuimos sede de Río 92 y de Río+20, encuentros que reconocieron la íntima relación entre sostenibilidad hídrica y desarrollo. Más recientemente, estuvimos entre los primeros países que ratificaron el Acuerdo de París, que trata de una de las principales amenazas al derecho al agua: el cambio climático.
Ese tradicional protagonismo externo está anclado en medidas concretas en el plano interno. Brasil sabe que agua y saneamiento son sinónimos de preservación ambiental, y hemos hecho de la seguridad hídrica un pilar de nuestras políticas para el medio ambiente. Con el propósito de preservar nuestros cursos de agua, implementamos el programa Plantadores de Ríos, que usa herramientas digitales para defender nuestras nacientes y nuestras Áreas de Preservación Permanente.
También avanzamos mucho en la protección de nuestros bosques naturales. Ampliamos áreas de conservación forestal. Revertimos la curva de deforestación en la Amazonía, que encontramos en ascenso. Y estamos a punto de crear dos vastas áreas de conservación de la biodiversidad marina. Es así, protegiendo nuestros ecosistemas, como protegeremos nuestras fuentes de agua. Tener agua es esencial, pero no basta. Necesitamos que ella llegue a quien la necesita.
De eso trata la transposición del Río São Francisco. Es un proyecto antiguo que ahora estamos finalizando, en beneficio de 12 millones de nordestinos. Ya concluimos el eje que lleva agua a Pernambuco y a Paraíba, y estamos en la fase final del trecho que llegará a Ceará. Al realizar esa obra grandiosa no descuidamos la sostenibilidad: lanzamos el plan “Novo Chico”, dedicado a la revitalización del São Francisco.
Nuestra atención se dirige, también, hacia el saneamiento, donde hay mucho por hacer. Estamos ultimando un proyecto de ley con miras a modernizar nuestro marco regulatorio en saneamiento e incentivar nuestras inversiones. Lo que nos mueve es la búsqueda de la universalización de ese servicio básico.
Este es el Brasil que ha sido sede del Foro Mundial del Agua: un Brasil en búsqueda de soluciones comunes para problemas globales. Un Brasil que hace y continuará haciendo su parte por la preservación de nuestro recurso natural más preciado.