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Vivimos en un mundo de constante cambio. La tecnología ha sido uno de los principales impulsores de la forma en como trabajamos, nos comunicamos, socializamos o vivimos. Desde la invención de la máquina de vapor y de la revolución industrial, la tecnología ha causado diferentes tipos de cambios, afectando tanto la cultura como la civilización.
Cada día más personas viven en zonas metropolitanos, por ejemplo, en Estados Unidos se estima que 82,3% de la población vive en centros urbanos. Por este motivo hay una gran presión sobre las ciudades modernas; desde el control del tráfico diario a hora punta, la escasez de agua, la polución, a los grandes desafíos de planificación. ¿Cómo organizar y planificar una ciudad en el siglo XXI?
Cuando preguntamos a los alcaldes por sus preocupaciones, generalmente obtenemos respuestas en el área de eficiencia energética, reducción de emisiones de carbono, tráfico, respuestas de emergencias, mejorar la calidad de aire y de la vida en general. Por otro lado, existe la cuestión de cómo financiar estas mejoras y mantenerlas a lo largo del tiempo.
Un ejemplo, de lo expuesto en el párrafo anterior, es el alcalde de Valongo (ciudad al norte de Portugal). Debido a las limitaciones en los presupuestos, la ciudad tenía desconectadas 1/3 de las luminarias. Esta medida, además de inseguridad, generaba una insatisfacción general en los habitantes. En el año que transcurre, el alcalde optó por mudar todo el parque de iluminación pública para luminarias LED inteligentes. Pero en lugar de invertir, usó un modelo de ahorro compartido (modelo ESE), una empresa privada realizó la inversión y el municipio pagó esta inversión con parte de ahorro en costes de energía. Éste es un claro modelo de cómo usar la tecnología para mejorar la calidad de vida y al mismo tiempo reducir gastos.
Valongo es apenas el comienzo. ¿Qué sucederías si el ayuntamiento pudiese controlar la ciudad de la misma manera que un piloto controla su avión? ¿Tener información a tiempo real de todo lo que sucede en cada calle o plaza? Podríamos tomar decisiones concretas, de forma rápida y eficaz. Como decía Lord Kelvin “quien mide sabe”. Buena información lleva a tomar buenas decisiones.
En este contexto aparece el concepto de Smart Cities. Se trata de un concepto genérico y muy amplio, que une diferentes funcionalidades “inteligentes” para la gestión de ciudades. Desde un punto de vista más concreto, son sistemas que “leen” el ambiente (calidad del aire, consumo de agua, tráfico, etc.), y con esta información toman decisiones y actúan. En un mundo perfecto toda la metrópolis sería examinada, existiría una central de análisis de datos, y al mismo tiempo se proporcionarían las indicaciones necesarias para planificar y ampliar las infraestructuras involucradas (agua, iluminación, callejero, energía, transportes públicos, etc.).
¿Qué nos falta hoy para llegar a este punto? Seguramente la tecnología ya existe, pero como decía el Don Quijote de Cervantes “No se ganó Zamora en una hora”. Por ello, está del lado de los agentes de mercado presentar a las corporaciones municipales proyectos concretos, comenzando por pequeños pilotos. De esta forma consiguen evolucionar, obteniendo y midiendo beneficios concretos, creciendo pasito a pasito como dice la canción. Es una realidad, ya nada puede parar esta transformación, ¡Bienvenido a las ciudades del futuro!